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EL BULEVAR DE LA VIDA

¡Vote!

La conducta que exhibe una parte de la ciudadanía de nuestras principales ciudades, además de irresponsable, es temeraria, suicida y, lo peor, tiene vocación homicida.

Un irresponsable aspirante a Homo Sa­piens puede contagiarse, (que no es cosa importante, pues quien por su gusto pa­dece que le sepan a gloria sus penas), pe­ro el problema radica en que el contagia­do que ya no quiere estar vivo, irá a un hospital a ocupar la cama de un ciudada­no responsable que sí quiere vivir. Y si in­fecta a su familia, iniciará una cadena de contagios que podría terminar provocan­do la muerte de inocentes.

Estamos en medio de un festival de irresponsabilidades que incluye a ciuda­danos, a una partidocracia que en el Con­greso se ha comportado de manera im­presentable, y a un Estado y su gobierno que por razones electorales no se ha atre­vido a ser -con la ley en la mano- lo sufi­cientemente drástico y represivo. Joder, que no son unas elecciones sino la vida de once millones de dominicanos lo que está en juego. Votaremos el domingo, ¡y que Dios meta su mato!, pues ante tan­ta irresponbilidad, puede llegar el mo­mento donde el 16 de agosto, en vez de iniciar un gobierno en el Congreso, ter­minemos con un pedazo del país en el ce­menterio.

Mientras, y finalizada la campaña, po­co le queda por hacer a los partidos, sal­vo afinar sus equipos de logística y acom­pañamiento que, en unas elecciones tan competidas como estas podrían ser y ha­cer la diferencia. Hablo de movilizar a los suyos y convencer a los indecisos, y que sus delegados en las mesas electorales es­tén más chivos que una guinea tuerta, y más desconfiados que un liceísta en el es­tadio Cibao enfrentando a las Águilas. Y es que la capacidad de movilización pue­de ser determinante, pues se trata de lle­var a votar o motivar a hacerlo a quien no está en eso, y todo en medio de la pande­mia. El Mensaje final de estas palabras se resume en una: Vote. Por Coride o por Karím, por Quirino, por César o por Ra­mfito, pero vote. Y si no lo hace, luego no se queje, ni venga vencido a citar una vez más al bíblico machista leninista de Jere­mías.

Vote. Que es la ausencia de su voto lo que puede convertir a un ciudadano de­lincuente en un honorable legislador de la República.

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