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POLÍTICA Y CULTURA

¡El Presidente Medina recordará…!

En diversos ciclos históricos de la humanidad, las campañas publi­citarias de un gru­po político, de conciencia al­terada y pérdida del sentido de la historia en el Poder, son más intensas en el terreno propagandístico y copan to­dos los medios de comunica­ción. Son superiores en recur­sos y capacidad de trastocar la realidad al amparo de la era digital y la información tendenciosa y falaz. Recuer­do como se intentó contra­rrestar el movimiento elec­toral del “cambio” en 1978, con un estribillo que decía que “Balaguer era la paz”. El Dr. Mario Read Vittini, repli­có en aquella coyuntura seña­lando que se trataba de “can­tos gregorianos” carentes de la solemnidad y la pureza de los conventos medievales. Ahora haciendo un recuen­to de aquel tiempo ido, tengo que llegar a la conclusión, de que el “balaguerismo” como doctrina de Estado, en cuanto a actos pecaminosos contra la salud de los fondos esta­tales, y a propósito de la de­nuncia hecha por el propio presidente Balaguer, cuan­do denunció la corrupción en su Gobierno, señalando la existencia de 300 nuevos millonarios, era un “juego de niños”, frente a la reali­dad cuestionable de hoy. Es que veo el contexto histórico y percibo que la administra­ción de entonces, queda des­plazada en cierta medida, de su culpa de ilícitos, y virtual­mente disminuida en la co­misión punible de los hechos, casi absuelta ante la realidad imperante.

La frase de Marx, “la his­toria ocurre dos veces, la pri­mera vez como una gran tra­gedia y la segunda como una miserable farsa”, parodiando la frase original de Hegel, so­bre el Golpe dado por Luis Na­poleón Bonaparte, como una imitación inferior del verda­dero “18 Brumario”, adquie­re vida propia en nuestra rea­lidad crítica. El continuismo político de una facción en el Estado, basado en la políti­ca de predominio partidista, usando todos los recursos po­sibles y con una maquinaria formidable de alienación y do­minio de las clases más nece­sitadas, a través de la demago­gia y de la dádiva, constituyó una tragedia nacional a par­tir del continuismo y la políti­ca de contrainsurgencia des­pués de abril del 65. El intento de perpetuarse en el poder po­lítico tal como apunta Marx, nos presenta la historia del grupo dominante, como una miserable farsa, en su pujo de eternizarse, destilada por las rendijas del tiempo ido, escu­rriéndose sin gloria, ni estre­llas en la frente. No es posible imponerse sobre una mayoría electoral visible, ni trastocar la correlación de fuerzas, en me­dio de una división interna. Tal y como lo expresó el propio presidente Medina, ningún partido dividido puede vencer en esa condiciones. Este axio­ma está validado por las expe­riencias de pérdidas del Poder del Partido Revolucionario Do­minicano, hoy convertido en una entelequia electoral, des­pués de haber sido el partido de la “esperanza nacional”. Lo que viene ahora en las coorde­nadas del tiempo político, es un desplazamiento significa­tivo de poderes, con la victoria de Luis Abinader y el frente de fuerzas sociales y políticas que lo sustentan. Entonces, el pre­sidente Medina, recordará la frase de Marx, de que la his­toria se repite, pero la segunda vez, como miserable farsa.

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