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EL INFORME OPPENHEIMER

El mundo del trabajo después del Covid-19

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ANDRÉS OPPENHEIMERSanto Domingo

Días atrás reci­bí un correo electrónico dirigido a to­dos los em­pleados del Miami Herald y el Nuevo Herald cuyo enca­bezado decía: “¡Nos estamos mudando!”. Quiero compar­tir con ustedes partes de ese email, porque es premonito­rio de lo que ocurrirá en to­das partes después de la pan­demia de Covid-19, y de cómo cambiarán nuestras vidas. “Nos mudaremos de nues­tras oficinas para fines del ve­rano”, escribió allí la directora de los dos periódicos Aminda Marqués González. “He aquí por qué: la pandemia ha ace­lerado la capacidad de nuestra organización para trabajar de forma remota”.

Continuó diciendo que “he­mos aprendido en los últimos meses que, con los equipos y el software adecuados, nues­tro plantel puede ser extrema­damente productivo trabajan­do desde casa”. Y agregó que la compañía se mudará a un nuevo lugar “donde podamos recibir a visitantes, reunirnos y trabajar juntos en un espacio de trabajo que complementa­rá el trabajo remoto”.

Esto está ocurriendo no so­lo en la industria periodística, donde muchos diarios como el Miami Herald y el Nuevo Herald están luchando por sobrevivir, sino en casi todas las demás. Google, Facebook, Twitter y muchas otras com­pañías ya han anunciado que parte o todos sus empleados trabajarán a distancia durante el resto del año.

Una encuesta reciente de Gallup descubrió que el tra­bajo remoto aumentó del 31 por ciento en marzo al 62 por ciento en abril en Estados Uni­dos. Ese porcentaje probable­mente aumento aun más des­de entonces.

Cuando escribí en 2018 mi libro “¡Sálvese quien pueda!: El futuro del trabajo en la era de la automatización”, pro­nostiqué que el trabajo remo­to y la automatización de mu­chos empleos se convertirán en la norma antes de fines de esta década. Bueno, la pande­mia aceleró los tiempos, y to­do eso va a pasar ya mismo.

Así como la pandemia obli­gó a las empresas a trabajar por Zoom, el Covid-19 lleva­rá a muchos supermercados a usar cajeros automáticos para reducir el riesgo de que sus ca­jeros se contagien al estar to­cando paquetes y billetes to­do el día. Del mismo modo, muchas fábricas van a querer reemplazar trabajadores por robots. A diferencia de los tra­bajadores humanos que están sentados uno junto al otro en la línea de producción, los ro­bots no se contagian con las pandemias. Y además, los ro­bots industriales son cada vez más baratos, trabajan tres tur­nos al día, no se toman vaca­ciones y nunca piden aumen­tos de sueldo. Para muchos estadounidenses, la vida cam­biará para mejor. Millones irán a la oficina una o dos veces por semana, y evitarán perder­se dos horas al día en el tráfi­co de ida y vuelta al trabajo. Eso les dará más tiempo para pasar con sus familias o hacer otras cosas. El trabajo remoto, el aprendizaje en línea y la te­lemedicina también ayudarán a reducir el tráfico y reducir la contaminación ambiental.

Es cierto que muchos tra­bajos dejarán de existir por la automatización, pero los tec­no-optimistas señalan que a lo largo de la historia la tecno­logía siempre ha creado más empleos de los que ha destrui­do. Y es cierto que se abrirán nuevas oportunidades para algunos: millones de perso­nas que se han acostumbra­do a trabajar a distancia a raíz de la crisis de Covid-19 están entrando en plataformas co­mo Upwork.com o Freelan­ce.com para encontrar traba­jos remotos en cualquier parte del mundo.

Pero, por el lado negativo, el mundo del trabajo post-Co­vid-19 trae consigo el riesgo de que se acentúe la desigual­dad entre la gente con mayor y peor educación, entre los “conectados” y los “desconec­tados” y entre los países ricos y pobres.

Mientras que Estados Uni­dos, China y Corea del Sur ya están muy avanzados en ro­bótica y tienen conexiones de internet de alta velocidad 5G, América Latina recién está empezando a usar esas tecno­logías en gran escala.

Es muy temprano para sa­ber si todo esto nos hará más libres y felices, o más solita­rios y deprimidos. Pero dudo de que haya una vuelta atrás. Mi humilde pronóstico es que a la larga seguiremos vivien­do más y mejor, tal como ocu­rre desde que vivíamos des­calzos en las cavernas. Pero la transición al nuevo mundo la­boral post-Covid-19 será bru­talmente rápida y a menudo traumática.

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