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EL CORRER DE LOS DÍAS

Carl Jung, creyó en el Bardo

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MARCIO VELOZ MAGGIOLOSanto Domingo

El budismo tibeta­no ha sido el que con más diligen­cia se ha empe­ñado en estudiar la muerte y sus consecuen­cias posteriores en el espíritu de los que fallecen o están en vía de un trance hacia los que creen en la “reencarnación”.

Los filósofos tibetanos de la muerte y el más allá, definen el “bardo” o los bardos como el conjunto de situaciones mate­riales que ofrecen al espíritu dificultades para un paso a la liberación, o sea para el logro de una comprensión y uso de la luz que caracteriza los esta­dos de conciencia que el bu­dismo llama “vacíos”, o el va­cío. Cuando el ser humano se desprende de la vida material, su razón de ser debe estar con­formada por llegar a la inma­terialidad total mediante el co­nocimiento, o la renuncia a lo que la naturaleza le ofrece y ha ofrecido, y lo que la vida ma­terial considera como deseo concretizado en formas ma­teriales que se desharán siem­pre, a diferencia de la luz que caracteriza el alma de la crea­ción, de la cual el ser humano participa y a la cual debe llegar para su identificación con la verdad real, ajena a toda ma­terialidad pasajera. Bardo To­dhol es un texto que se dice al moribundo en el oído o en voz alta, para ilustrarlo sobre lo que encontrara en el cami­no inmaterial que le espera y en la lucha de “bardos” o situa­ciones que le atraen para una nueva reencarnación, la cual puede evitar mediante las ins­trucciones del texto dicho a su oído, el que significa algo así como orientación oral sobre la muerte.

Se supone que, en el mo­mento de morir, la expiración no evita que el desencarnado siga escuchando y sintiendo ya desde otro plano, lo que acon­tece en su entorno familiar, donde la tristeza afecta más al alma desencarnada que a los presentes. En general el Bar­do hace referencia al hecho de que entristecerse perturba el alma del moribundo o del mis­mo ya en supuesto estado de inconciencia. Bardo Todhol ha sido creado por el Gran Maes­tro hindú en el siglo VII, Pad­masanbhava fundador del bu­dismo en el Tíbet, aunque se dice que el Bardo Todhol o Li­bro Tibetano de los Muertos es una vieja creencia budista del Tíbet, donde tienen su raíz las primeras formas de medita­ción y los sonidos de mantras como una manera de conse­guir el “vacío” en aquel que ya venció todos los bardos y na­da lo relaciona con los deseos y las formas materiales por haber alcanzado una luz, lu­minosidad, un modelo de luz que es ajena a todas las formas de la materialidad y de los de­seos mismos.

Para los fines sociológi­cos vale decir que, en toda la frontera del Tíbet con China, numerosos creyentes con­forman una de las religio­nes o formas religiosas más complejas del mundo. Gene­ralmente son los Lamas los llamados a instruir al mori­bundo y a mantener una re­lación con su alma hasta que se defina el futuro de esta. El texto afirma la existencia de los elementos vitales y hace gráfica la explicación de có­mo debe tratarse al cuerpo y de qué modo debe acomo­darse para que la vida que se retira fluya con facilidad durante el último aliento vi­tal sin molestar al agonizan­te en el momento de la expi­ración.

La tendencia a la cremación se trata como una posibilidad para alejar al espíritu de la for­ma humana que despierte en el espíritu deseos materiales que pudieron haber sido parte de la pasión del fallecido. Lo cierto es que una lectura del Bardo Todhol es una aventu­ra del espíritu y dejará en mu­chos de nosotros una sensa­ción de que si seguimos sus consejas estaremos vivos para siempre.

Carl J. Jung señalaba que Bardo Todhol, desde su pri­mera aparición traducida al inglés en 1927, “ha sido mi compañero constante y a al mismo debo muchas ideas estimulantes”

Cuando lo releo, me pasa lo mismo.

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