ORLANDO DICE...
Segunda fase
Cumplida la primera fase de la cuarentena, con sus altas y bajas sanitarias, con sus idas y vueltas políticas, la segunda luce más relajada.
En lo sanitario seguirán acechando los peligros y en lo político los riesgos estarán al doblar de las esquinas. Debiera hablarse de una, pero se multiplican.
Además de que no es lo mismo hacerlo por la calzada que por el medio de la calle, donde siempre viene una guagua, incluso voladora.
Aunque se desconfía de las encuestas, la percepción hace la tarea, y no hay dudas de que el panorama político sufrió alteraciones en la primera fase.
Lo saben unos y otros, candidatos y públicos, si son honestos de corazón y andan con la verdad a flor de piel. Insisto en que no se debe a lo hecho, sino a la circunstancia.
No se puede reaccionar con tanta perversidad a una encuesta a menos que esta confirme apreciaciones que se tienen motu proprio.
También cambiar de humor de una manera tan evidente si los números no fueran tan odiosos. Cualquiera se llena de ira ante el fatalismo del último mes.
Lo que se ve y lo que no se ve resultan más decisivo ahora que en ocasiones anteriores. En el frente de la tienda, en la misma tienda y en la trastienda se originan situaciones que de conocerse harían la diferencia.
Véase si no cómo se maneja el fallido debate presidencial y la sucedida exposición de candidatos patrocinada por la Asociación de Industrias.
Ni uno ni otra era para enterarse de las ideas y programas de cada cual, sino su desenvolvimiento en escena, su desempeño.
Como si hubiera ocurrido el primero, se reiteran las apuestas con la segunda. Si se hiciera un sondeo rápido entre los televidentes, estos no recordarían ninguna de las propuestas.
Ese no era el propósito, y por lo tanto, ir al debate como exponer fue un ejercicio inútil. Puede premiarse la actuación, pero difícilmente adelantar la causa.
El 5 de julio no será alfombra roja ni entrega del Soberano, sino elección de presidente, y quienes sufraguen no lo harán siguiendo un guion.