EN SALUD, ARTE Y SOCIEDAD
Abinader, hacia el círculo virtuoso de salud, producción y consumo
Casi para todos los países del mundo mover la economía mientras detienen la pandemia es un dilema; pero nosotros tenemos solución, porque creemos posible y necesario proteger las vidas tanto como los medios de vida.
Luis Abinader, discurso en la Cámara de Comercio Dominico Americana. 27 mayo 2020.
En octubre de 1978, desgranado del grupo nacional que viajaba a Cuba para estudiar, cumplida la cuarentena, ingresábamos a El Vedado por la avenida que lleva a la “Plaza de la Revolución”: calle G o Ave de los Presidentes.
En ella está el Hospital Ortopédico Docente Fructuoso Rodríguez. Una valla en su fachada rezaba: Un pueblo sano garantiza la victoria. O algo así.
Recibí, de inmediato, la primera lección sobre el determinismo de la salubridad en la economía, el desarrollo y la vida de la gente. Sobre la responsabilidad oficial de garantizar la salud del pueblo. Anteayer, el candidato presidencial del PRM, señor Luis Abinader nos hizo rememorar esta arquitectura conceptual, base del tránsito del Estado de naturaleza al social o de civilización (Locke, Hobbes y Rousseau). Dado que la salud es el epicentro de la vida y la cotidianidad, es prerrequisito garantista y primario de las demás funciones sociales, incluyendo el ejercicio de los deberes y el disfrute de los derechos.
De tal estamento —la salubridad— el expositor esbozó el destino: el país que las mayorías demandan y sienten necesario. Lo asentó sobre el desarrollo colectivo anidado en las empresas. La empresa es “uno de los principales escenarios en donde se plantea y decide a diario el desarrollo sostenible de los individuos en particular y de la sociedad en general”, dijo. Organizaciones paradigmáticas del postulado de Winston Churchill: caballos sanos que tiran “del carro robusto de la economía nacional”, eliminando del imaginario colectivo los estereotipos del tigre que depreda o de la vaca de ordeño estatal.
He aquí la fortaleza ética y funcional de tal propuesta: promover empresas que no son tigres depredadores ni vacas ordeñadas por el Estado ni que ordeñan al gobierno.
El señor Abinader se mostró seguro de su triunfo, consciente de que su administración heredará las urgencias derivadas de la triple crisis sanitaria, económica y social desencadenada por el Covid-19. Así que se comprometió a garantizar la seguridad epidemiológica nacional y el desempeño económico: “Nuestro gobierno —expresó—, tal vez como ninguno otro de cualquier período anterior, tendrá la responsabilidad de brindar seguridad epidemiológica, mientras mantiene funcionando todas las actividades productivas”.
En el auditorio, tales palabras pudieron evocar aquel compromiso derivado de la promoción de la Orden Ejecutiva No. 338, conocida como Ley de Sanidad por el Dr. J. P. Garrison en 1919: para 1922, gracias a una economía mejorada, el presupuesto nacional a la salud incrementó 200%.
Para el señor Abinader, la prioridad indispensable es controlar la propagación del virus para, desde allí, “recurrir a estímulos económicos y financieros que permitan un rápido retorno al crecimiento”.
El rol oficial en períodos de crisis es una lección bien documentada en la historia económica desde “La riqueza de las naciones” de Adam Smith a las decisiones del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt y su “Nuevo Trato” (1933-38).
Abinader los retoma y esboza, reafirmando el acuerdo: “la experiencia práctica de anteriores crisis indican que un fuerte componente de gasto público a través de subsidios, transferencias de efectivo, préstamos blandos y beneficios fiscales para las personas y las empresas, es la fórmula adecuada para recuperar el crecimiento”.