FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

Doy clases de magia

¿Tegustaría aprender a ha­cer magia? Es­toy a tus órde­nes. Si no vas a leer hasta el final es­te breve artículo, no ten­gas pena de dejarlo aquí. No me voy a ofender. Si sigues leyendo, pierdes el tiempo. Y yo no tengo tanto tiempo para hacer­te perder tiempo a ti.

¿Qué actos de ma­gia sé hacer? Apren­dí a cambiar “tí­gueres” (menos los del Licey) en mansas pa­lomas. ¿Que quééé…? Así como suena. A eso me dedico.

Mi maestro fue un gran mago, de fama mundial, y me enseñó los trucos más importantes para hacer bien este tra­bajo.

Ahora me la busco dando clase de magia, porque hay gente, sobre todo jóvenes dispuestos a dedicar su vida a la difí­cil tarea de cambiar “ti­gueres” en mansas pa­lomas. Mis clases no son virtuales, sino presencia­les. Muchísimos hemos aprendido este arte a la escuela de un Gran Gurú.

¡Nada de abracadabra! Nuestra palabra mági­ca es en latín; en secreto te la digo: “Da mihi ani­mas, caetera tolle”; repí­telo, por favor. Traducido libremente, significa: Da­me jóvenes, llévate lo de­más.

Trabajamos en todo el mundo, porque en todas partes hay “tigueres” que necesitan una mano má­gica que les ayude a ha­cerse gente de bien. En nuestro país los llama­mos: “Muchachos y Mu­chachas con Don Bosco”. Te habrás dado cuenta de que nuestro Gran Gu­rú es Don Bosco, del cual aprendemos cada día co­sas nuevas, especialmen­te a amar entrañable­mente a los jóvenes, para convertirlos en buenos cristianos y honrados ciu­dadanos.

En Dominican Repu­blic trabajamos en es­cuelas diseñadas para los más pobres, también en comunidades parro­quiales, oratorios-centros juveniles. Y, a pesar de que todo nuestro trabajo educativo y pastoral es­tá enfocado preferencial­mente hacia el mundo de los jóvenes más po­bres y abandonados, he­mos montado una ofici­na técnica que se rompe los sesos para dar una respuesta humanísti­ca a las penurias por las que atraviesan los jóve­nes más vulnerables. Es­ta oficina técnica da se­guimiento a centros de atención y casas de aco­gida para los que deam­bulan en la calle.

Formar buenos cris­tianos y honrados ciuda­danos es la meta final de quienes a la escuela de Don Bosco tratamos de hacer magia para que la juventud no se nos vaya de la mano.

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