PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Participación, camino obligado hacia el bien común
Para que el poder político y económico se ejerza con justicia es necesaria la participación de los individuos y de las asociaciones intermedias. Estamos ante el sexto principio de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI).
Entre nosotros, miles de personas no participan de las graves responsabilidades y opciones nacionales. Esto sucede porque no tienen acceso a condiciones de vida que les permitan tener conciencia de su propia dignidad y vocación ante Dios y los demás. “La libertad humana es incompatible con la necesidad extrema”.
Pero tampoco son libres para participar en la construcción de una sociedad diferente los que “llevan una vida demasiado fácil”.
La DSI enseña: las exigencias éticas de la justicia solo se aseguran cuando los ciudadanos y sus asociaciones “son agentes en el desarrollo de la vida socio-económica, política y cultural, ejerciendo su participación de manera justa, proporcionada y responsable”.
El ser humano adquiere la dimensión de la conciencia del bien común participando, conociendo sus derechos y sus deberes de cara a los demás.
La economía muchas veces depende de la política. Varios especialistas han denunciado el acelerado endeudamiento del país, no para generar riqueza, sino precisamente en la cercanía de los procesos electorales. Solamente otro tipo de participación política, encaminada a promover el bien común corregirá esas decisiones económicas interesadas.
La participación responsable de los ciudadanos en la vida pública libera al poder político de estar al servicio de intereses particulares. Se participa en política de manera responsable, cuando se conoce “cuál es el contenido y el valor de la opción que se le presenta”.
Las decisiones nacionales son cada vez más complejas, por eso la DSI anima a inventar nuevas formas de democracia, “no solamente dando a cada persona la posibilidad de informarse y de expresar su opinión, sino de comprometerse en una responsabilidad común.” Las bancas de apuestas, educadoras perversas, han logrado esta competencia en sus alumnos, conocedores del hielo solo en los tragos: apuestan con creciente lucidez a los resultados del hockey. “Los hijos de las tinieblas, son más sagaces que los hijos de la luz” (Lucas 16, 8).
Ver Paulo VI, Octogesima Advienes, 46 y 47 y Alfonso A. Cuadron, coordinador 1993, Manual de Doctrina Social de la Iglesia, BAC Maior, Vol 43, 119 - 121).
El autor es Profesor
Asociado dela PUCMM
mmaza@pucmm.edu.do