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IGNACIO NOVA

Salud y ayuntamientos, integración socialmente rentable

La emergencia que sobre la pandemia del Covid-19 sumó el incendio del Vertedero de Duquesa a la salud colectiva de los residentes de Santo Domingo Norte y del Distrito Nacional durante las dos pasadas semanas próximo pasadas, trajo al tapete de las conversaciones socio-políticas, con carácter de urgencia, el abordaje definitivo de un tema cuyo objetivo no puede ser otro que producir una solución sanitaria, ambiental, social y económicamente viable y sustentable a esta seria amenaza.

La articulación de los objetivos de la salud colectiva en los ámbitos jurisdiccionales de los gobiernos municipales ha chocado, tradicionalmente, con la realidad de un Estado estructural y funcionalmente fragmentado.

En consecuencia, dada la calidad de país pequeño con alta fragmentación política expresada en sus 32 provincias, 158 municipios y 231 distritos municipales, los recursos para satisfacer las necesidades urbanas, de tránsito, salubridad y calidad de vida derivadas del desarrollo y la expansión comunitarias a lo largo y ancho de la República terminan siendo más que insuficientes.

Aparte del 10% del presupuesto nacional que corresponde a la colectividad de esas numerosas entidades, estas estructuras apenas cuentan con los ingresos que obtienen por recogida de basura y otros menos regulares y altamente volátiles: publicidad pública, espectáculos, uso de suelo y otros servicios.

Pese a esa debilidad crónica, los ayuntamientos poseen una fortaleza: sus Juntas de Vecinos. Estructura que fomenta un municipalismo basado en la participación de los vecinos en las soluciones de sus problemas comunes.

Pese a carecer de poder vinculante, las Juntas de Vecinos han funcionado como chivos expiatorios de la corrupción desde arriba: al denunciar los problemas, generan un culpable, es decir un potencial cliente al que aplicar la mordida que paga ojerizas y no objeciones.

En tal entorno se mueve una salud cuya base todavía carece de las Unidades de Atención Primaria necesarias.

Ante la necesidad de alcanzar regularmente tales dominios interiores, para la gestión de la salud no es funcionalmente rentable una desconexión con las alcaldías.

La experiencia muestra que la salud colectiva no se logra sólo con la estructura regionalizada del Servicio Nacional de Salud. Quedó patente en los casos del Dengue y el Zika (en ambos se optó por la inmunidad colectiva) y ahora, con el Covid-19 producido por la infección del SARS-CoV2: aunque variable, el número de contagiados sigue creciendo.

Tanto el gobierno nacional y sus oficinas funcionales (ministerios y direcciones generales) dejan de ser, desde que asumen el mandato, gobiernos exclusivos y abundantemente a favor de los miembros del partido gobernante.

Ese tipo de conducta ha dividido permanentemente la sociedad, acreditando a la ineficiencia del gobierno desde la perspectiva del Estado.

Bajo tal sesgo exclusivista, dogmático y sectario las naciones avanzan poco. Obvia manifestación del subdesarrollo humanista.

Dado que el Covid-19 supone riesgos para todos, las soluciones han de provenir de los gobiernos: central, descentralizado y regionales; sin enojosas, injustificadas e inaceptables exclusiones.

La vía expedita para concertar tal integración general a los propósitos de la salud colectiva es articular las políticas públicas de la salud con la participación de todos, ayuntamientos incluidos.

Somos proclives a asegurar que el Ministerio de Salud facilitará este acuerdo, que descenderá a las comunidades de base llevando mucho más que regulaciones, visiones y equipos: recursos y gente con mentalidad y oídos abiertos; corazón dispuesto y sentimiento florecido y ardiente por servir a la República.

De las alcaldías, por su parte, esperamos que aporten facilidades, recursos y el compromiso de redoblar esfuerzos y actos a favor de la salud de sus comunidades, de un municipalismo activo, dignificante, comprometido.

Simple resulta, pues, el axioma: a más aportes e integraciones, mayor garantía de eficiencia, respuesta y fortaleza del escudo epidemiológico.

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