PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Subsidiariedad contra los estados depredadores

El papa que mejor ha definido la subsidiariedad fue Pío XI (1922 - 1939). En 1929, la Santa Sede y Mussolini firmaron los Pactos Lateranos, fin de la “Cuestión Romana”, pero ya para 1931 Pío XI denunciaba el carácter totalitario del Estado fascista italiano,
Mussolini se sentía llamado a restaurar la grandeza del Imperio Romano. El Rey y amplios sectores de la sociedad italiana le habían dado el poder en 1922. Prometía restaurar el orden. Muy pronto, “Il Duce” fue responsable solo ante el Rey. Desde 1925 Mussolini podía dictar leyes sin aprobación parlamentaria. Desde 1926 eliminó los consejos comunales y transformó a cada alcalde en un “podestá” nombrado por él con aprobación del Rey. El 3 de abril de 1926 fue suprimido el derecho a huelga. Solo los sindicatos reconocidos por el estado, presidido por Mussolini tenían derecho a firmar contratos colectivos. Desde el 8 de julio, 1926 todos los sindicatos quedaban encuadrados en el Ministerio de las Corporaciones presidido, usted lo sabía, por Mussolini.
El Estado de Mussolini engordaba tragándose instituciones y asociaciones. Pío XI recordó este “gravísimo” principio en la encíclica Quadragesimo Anno, a los 40 años de la Rerum Novarum: aunque es cierto que las nuevas condiciones sociales ponen en manos de las grandes corporaciones las decisiones determinantes, “sigue, no obstante, en pie y firme en la filosofía social aquel gravísimo principio inamovible e inmutable: como no se puede quitar a los individuos y dar a la comunidad lo que ellos pueden realizar con su propio esfuerzo e industria, así tampoco es justo, constituyendo un grave perjuicio y perturbación del recto orden, quitar a las comunidades menores e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y dárselo a una sociedad mayor y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absorberlos”. El principio establece que nadie debe meterse a realizar aquello que los individuos pueden y deben hacer por sí mismos. Exige también el respeto a lo que pueden realizar las comunidades menores. El Estado y las grandes entidades sociales deben prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero nunca destruirlos ni absorberlos. El bienestar social florece en lo pequeño.
El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do