COLABORACIÓN
Ante la vulnerabilidad
Puede pensarse que el coronavirus ha llevado a cada cual a guarecerse en su casa y, por lo tanto, ha provocado dispersión, desunión, pero en realidad no es así. La verdad es que, por una vez, estamos todos pensando en lo mismo. Vas por la calle y vez a aquella señora con rostro de cierta angustia y se te ocurre: está en lo mismo que yo, pensando en la pandemia.
Es nuevo en esta generación. Somos de unos tiempos en que no ha habido guerras, al menos en este país, dejando a un lado las ayudas de nuestro ejército en conflictos extranjeros. Hemos tenido terrorismo, pero no conflictos bélicos. Ha habido terremotos, pero bastante localizados. Ha habido, recientemente, desastres meteorológicos, más o menos graves, pero en zonas de costa más que nada. Y todo esto con apenas fallecidos.
Encontrarnos con una pandemia que puede afectar a todo el país, a todas las personas que tenemos alrededor, es una novedad. Y eso produce preocupaciones, actitudes histéricas, miedo. Por primera vez, desde hace mucho tiempo, existe un miedo generalizado.
Esto ha sido normal por los siglos de los siglos. Peligros inminentes y ciertos de guerras, enfermedades que tenían poca curación, fallecimientos a los 70 años como media, y de eso hace muy poco. Pero no había miedo generalizado, porque era previsible y se organizaban las cosas contando con ello.
En nuestra sociedad del bienestar nos hemos creído que todo lo que ocurre está en nuestras manos, está controlado. Contamos con que el poder público tenga remedios: para eso les pagamos. No contamos con imprevistos. Así que la pandemia, que creíamos cosa de otros siglos, nos ha llegado con gran susto. Primero miramos a los chinos pensando “pobres”. Ahora los miramos con admiración porque han superado los problemas.