Opinión

COLABORACIÓN

La pandemia como gran prueba

Alejandro HerreraSanto Domingo

Nadie pensó que en el inquieto discurrir del inicio del presente año 2020, el mundo también iba a ser impactado por un incontrolado virus surgido en China a finales del 2019 (nuevo Coronavirus, COVID-19) cuyo sigiloso comportamiento, rápidos niveles de expansión y capacidad de contagio, causaron que ya antes de mediados de marzo se transformara en Pandemia, y provocara prácticamente la paralización de casi todos los países de la geografía planetaria, llevando a millones de personas a permanecer por semanas encerrados en sus casas.

De pronto, nuestro presente se ha cargado de temores y el futuro inmediato se nubla de incertidumbre. Un escenario impensado apenas días atrás. Nada es, ni será igual ya. Muchas personas, incluyendo líderes y gobernantes, comenzaron minimizando con asombrosa insensibilidad humana, propia de los políticos atípicos y oportunistas, los efectos catastróficos de esta Pandemia que llegó como designio inesperado para ponernos a prueba, medir nuestros comportamientos y actitudes y, sobre todo, para sacar a la luz verdades que subyacen bajo el influjo de la manipulación política.

Una de esas grandes verdades que hoy resplandece como sol brillante, es tan simple, tan mencionada, a pesar de no siempre ser bien escuchada, fundamentalmente por importantes segmentos de electores en capacidad de alcanzar victorias electorales e imponer Presidentes: “Gobernar no es tarea para cualquiera”, “gobernar no es para todo el mundo”, y de esta verdad solo se convencen muy tarde, cuando aparecen fenómenos como esta pandemia COVID-19, que pone a prueba a los gobernantes de tal forma, que de sus ejecutorias correctas, incorrectas, oportunas, inoportunas o tardías, dependen la vida o la muerte de miles de personas.

Ahí tenemos a la vista esta dolorosa verdad. Aun cuando el virus se divisó en enero de este año por China y ante la no existencia de vacuna como cura, los mismos chinos definieron y aplicaron un modelo de tratamiento básico, consistente en el cierre de ciudades, desde donde nadie entró ni salió por varios meses, así como el aislamiento social y la cuarentena para poblaciones enteras.

Luego, aún viendo los estragos que comenzó a causar en países como Italia que entró en cuarentena el 9 de marzo cuando tenía más 400 víctimas fatales; España, el 14 de ese mes, con 120; o Francia, el 17 con 148, en otras naciones, como Brasil, Estados Unidos o México no se tomaron las medidas a tiempo, y los presidentes minimizaron, subestimaron o prefirieron no tomar acciones que afectaran la economía, y las consecuencias son hoy evidentes y tristes. No entendieron su significado mortífero, “hasta que la sangre llegó al río”.

Ahora la pandemia se ensaña contra Estadsos Unidos y ubica su epicentro en la ciudad de New York. En esa nación, todavía en este momento no se tiene claro la cifra de muertes que dejará el COVID-19, mayormente entre hispanos, negros y personas mayores, y donde, como bien estableció un importante periódico del mundo, “su Presidente tardó tres meses en hablar con seriedad de la Pandemia”, que para el 6 de abril ya había matado cerca de 10,000 estadounidenses cuando apenas empezaba.

Nadie tiene claro cómo será el mundo pos pandemia COVID-19. Quizás todavía muchos no terminan de darse cuenta que todo lo que teníamos cambió repentinamente, y que lo más importante ahora es preservar la vida de la gente, además, porque lo que viene en términos económicos y sociales para todos nuestros pueblos requiere de gobernantes cuyas condiciones de experiencia y temple de estadistas les permitan estar a las alturas de las desafiantes y duras circunstancias de crisis que les permitan iniciar rutas de acertados procesos de recuperación y evitar la posible secuela de hambre, penurias y grandes limitaciones que afectará a millones de quienes podamos sobrevivir a la pandemia en pleno apogeo.

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