ORLANDO DICE
La silla vacía
La unanimidad no es buena ni en democracia. El consenso por su parte no aspira a tanto y se conforma con entendimiento.
Si se logra entendimiento, lo demás se dará por añadidura.
El dominicano que se dedica a la política siempre hace lo mismo. Primero lo malo, y después lo bueno.
En tiempo de elecciones provoca una crisis – corta o larga – y después busca y encuentra medios para llegar a acuerdos. Y todo hasta la próxima.
El CONEP no tuvo en mente dirigir el diálogo, sino crear las condiciones o las comunicaciones que lo facilitaran. Ni las penas ni las glorias corresponderán al empresariado.
Durante la última semana las conversaciones giraron en torno a qué sectores confluían y conformaba la comisión. En eso pudieron haberse tardado la vida.
El PLD hizo una propuesta y la misma fue aceptada por el PRM y demás núcleos políticos y sociales. Excepto Leonel Fernández.
Una reacción que no deja de ser interesante. Algo así como Vietnam del Norte negándose a negociar en Paris después de haberse establecido la paz.
Aunque no debe extrañar la reacción de Fernández, y no es de niño malcriado que no quiere tomarse la leche, sino de Narciso que no podrá verse en el agua de la fuente.
No es la mediación lo que molesta u ofende, sino que convocantes y convocados aprobaran la iniciativa del PLD de que la discusión se realizara en el escenario del Consejo Económico y Social.
Como se supone que no hay espacio para necedad ni majadería, usa de nuevo la Constitución como arma arrojadiza.
La vieja cuestión que Jesús en Los Evangelios resolvió de manera arbitraria: ¿Es el hombre para el sábado o el sábado para el hombre?
El presidente del CONEP dijo que la silla de Fernández estaría ahí por si recapacitaba e iba al diálogo. Aunque de seguro hará la afrenta.
La misma de José Francisco Peña Gómez cuando no acudió al debate presidencial en las elecciones de 1996. Nada nuevo, tampoco bueno, pero – como quiera – el síndrome de la silla vacía.