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¿Me quieres o no me quieres?

Claro que te quiero muchísi­mo y por ti estoy dispuesto a hacer lo que sea. Cualquier sacrificio se quedaría corto para demostrarte mi amor. ¿A quién no le gusta que le digan: te quiero? ¿Pero será verdad que me quieres?

Había una vez un mucha­cho enamorado hasta los tuétanos de una joven. Le había robado el corazón y deseaba unirse a ella en ma­trimonio para formar una familia. Estaba chiflado de amor por ella y deseaba de­mostrárselo.

Este muchacho estudió y se hizo profesional, pe­ro no conseguía un traba­jo que le permitiera poner la base económica para al­canzar la meta del matri­monio que se había traza­do. Finalmente el trabajo se presentó con un sueldo estupendo. Al recibir el pri­mer sueldo se decidió a uti­lizarlo para sorprender con un hermoso regalo a su no­via y así demostrarle que la quería. Grande fue la ale­gría de llevarle el regalo a quien compartía con él un proyecto matrimonial pa­ra siempre. El sacrificio va­lía la pena porque lo hacía por amor: El primer sueldo lo gastó en ella.

A pesar del mundo mate­rialista en que vivimos, es­ta historia es real. Cuando amamos de verdad somos capaces de dar lo mejor a las personas que queremos, aunque nos cueste un tre­mendo sacrificio. No hay que creer de inmediato cuando alguien afirma que nos quie­re. Sólo hay amor verdadero cuando se demuestra con el sacrificio.

La verdadera madre se sacrifica por su criatura con el amor que le hace llevade­ros los momentos difíciles. Lo mismo hacen los padres de verdad. Y no digamos nada de los novios y las personas unidas en amis­tad sincera, que son capa­ces hasta de dar la vida por quienes llevan en su cora­zón.

Es Jesús mismo quien ha dicho que no hay amor más grande que el de aquella per­sona que da la vida por al­guien que ama. Él no sólo lo dijo, sino que lo testimonió con su muerte en la cruz.

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