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FE Y ACONTECER

“Den el fruto que pide la conversión”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

Primer Domingo de Adviento - Ciclo A 8 de diciembre, 2019

a) Del profeta Isaías 11, 1-10.

Este fragmento está lleno de imágenes poéticas, que son la representación del mundo mesiánico que el Señor quiere suscitar; la dinastía davídica se ha reducido a un tronco y a una raíz. El profeta interviene para decir que donde ha fracasado un proyecto humano, el Señor puede hacer surgir algo inesperado y nuevo: “Aquel día brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz brotará un vástago”. Sigue la descripción del Mesías y de la sociedad nueva que Él debe guiar: Será el Espíritu del Señor el que conducirá al elegido con sabiduría, inteligencia, consejo y fortaleza, creando el verdadero conocimiento y el temor del Señor. Por este don del Espíritu de Dios, el Mesías instaurará un régimen de justicia, en el cual los pobres y los oprimidos serán tratados con equidad, no con intervenciones violentas, sino con la fuerza persuasiva de su Palabra.

b) De la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 15, 4-9.

San Pablo indica a los Romanos algunas consideraciones importantes a tener en cuenta respecto al proceder en una comunidad cristiana en cuanto es el pueblo mesiánico que vive en la esperanza del cumplimiento perfecto. Un aspecto distintivo de esa comunidad mesiánica es la acogida recíproca, por eso les insiste: “Acójanse mutuamente, como Cristo les acogió para gloria de Dios” (Rom. 14, 7). La comunidad mesiánica existe realmente donde se acoge con sinceridad como hizo Jesús con todos los que encontraba.

c) Del Evangelio de San Mateo 3, 1-12.

San Mateo describe brevemente la figura impresionante de Juan el Bautista. El indiscutible poder de este gran profeta no radica en un estilo dulce o halagador, sino en su talante austero, penitencial, radical, de servidor insobornable de la verdad. Su lenguaje, su atuendo, su residencia y su dieta, perfilan a un hombre que es el primero en vivir el mensaje de conversión que proclama, por eso acuden multitudes a escucharle en el desierto de Judea. No cabe ninguna duda de que él es el personaje descrito siglos antes por Isaías: “Una voz grita en el desierto: preparen el camino del Señor, allanen sus senderos” (Is. 40, 3).

Asimismo, San Juan Evangelista, muestra a Juan Bautista realizar la más sublime misión que puede confiarse a un mortal: ser embajador y testigo de la Luz, que es Cristo, “para que todos creyeran por él” (Jn. 1, 6-8). También Jesús reservó para Juan Bautista un elogio extraordinario: Juan es profeta, más que profeta. Es el más grande de los nacidos de mujer. Y, sin embargo, por quedar todavía en el límite del Antiguo Testamento sin traspasar la puerta del Nuevo, el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él. (Mt.11, 9-11)

El Bautista concretiza su predicación en el mensaje de conversión de los grandes profetas del Antiguo Testamento, es como si fuera el eco de todos ellos. Su predicación se resume en estas palabras: “conviértanse, porque está cerca el Reino de los cielos”, por un doble motivo: la proximidad del Reino y la inminencia del juicio escatológico. Aprovechemos este tiempo especial de conversión que la Iglesia nos ofrece en el Adviento, para prepararnos para que el Hijo de Dios renazca en nuestro corazón.

Fuentes: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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