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EL BULEVAR DE LA VIDA

Un ministerio marrón

Cuando no son las Dunas, sus arenas y sus árboles, es la bahía, su azul, la mar, la vida. Dunas de Baní y bahía de Palmar de Ocoa son destruidas, contaminadas y esa cosa, que “para lo que alumbra apagada es que luce”, se niega a hacer su trabajo, cumplir la función para la que existe. Hablo del supuesto ministerio de medio ambiente, cuya existencia, a partir de lo que en Baní ocurre, no puedo aceptar. No. El Ministerio de Medio Ambiente no existe.

Ante la dureza de mi afirmación, y la gravedad de la afrenta contra Baní, por confirmar he preguntado en Palacio Nacional, y el ministro administrativo de la casa, José Ramón Peralta, me corrige y me dice que sí, que existe un ministerio de medio ambiente, lo que aumenta mi extrañeza y dispara mi indignación, ¡Ve qué vaina!, pero y cómo puede existir lo que no justifica su existencia. “Pa qué sirve el buey si no ara”.

Sigo averiguando en Palacio, y una asistente presidencial, por consolarme, me informa que, además, en la provincia Peravia existen autoridades. Tampoco me lo creo. Mañana tendré que detenerme en la esquina de la barra de Kelvin para que mis compueblanos aclaren mi confusión.

Pido perdón por el cinismo, me excuso por el pique, pero ¿qué carajo le pasa al Estado y sus poderes, al gobierno y sus señores con las Dunas de Baní y la bahía de Palmar de Ocoa, ay, con Salinas y el amor? (Lo más cercano a un ministerio de medio ambiente que existe en Baní es la emisora Radio Ambiente, de mi dilecto Pedro Carlos).

Esto se extiende. Ahora es Gustavo Montalvo quien me aconseja revisar bien, que el Ministerio de Medio Ambiente sí existe.

Vuelvo a revisar y resulta que tiene razón. Por su parte, Carlitos Pared Pérez, siempre atento a mis querellas banilejas, me lo reconfirma con Power Point y todo. El consultor jurídico, Flavio Darío Espinal, ha tenido el detalle de enviarme hasta el location del supuesto ministerio, (informa que está en la avenida Luperón), pero no me lo creo. No.

Mientras ese elefante blanco, cosa o vaina no sea capaz de hacer algo tan elemental como proteger las Dunas de Baní, la bahía de Palmar de Ocoa (y los azules tristes de Salinas, ay), sencillamente no existe.

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