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La radicalización de Fidel Castro

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Carlos Alberto MontanerSanto Domingo

Lo contó El País de Madrid. Mario Vargas Llosa opinó que Fidel Castro acaso no se hubiera radicalizado si la CIA y la United Fruit no hubieran derrocado a Jacobo Árbenz.

Sucedió cuando nuestro Nobel presentaba su novela Tiempos recios, la historia de aquel Coup d´État, a juicio suyo inicio de la rebelión de muchos contra Estados Unidos.

Es cierta la apreciación, pero no estoy seguro de que el antiyanquismo latinoamericano se origine en este episodio.

No entro en el tema de la novela porque no la he leído. Calculo que será espléndida, como sus otras 18 publicadas.

En lo que discrepamos es en cuándo Castro se radicalizó. No en junio de 1954, cuando Árbenz renunció a la presidencia tras los bombardeos organizados por la CIA, sino cuando estudiaba Derecho.

Me lo dijo José Ignacio Rasco, su condiscípulo en el Colegio Belén, y en la Universidad: Fidel “fue seducido por las tesis leninistas; recitaba de memoria ¿Qué hacer?”, donde el ruso describe la toma del poder. Incluso, Fidel, tras estar seguro de que el poder no podía escapársele, dijo que “era marxista-leninista y lo sería siempre”.

También Rolando Amador, compañero y amigo de Castro, solía relatarlo tras abandonar Cuba a principios de la revolución.

En 1950 Fidel le pidió que le repasara algunas asignaturas. Mientras estudiaban, llegó una delegación del Partido Socialista Popular formada por Flavio Bravo y Luis Mas Martín, para informarle a Fidel que lo habían aceptado.

Había tres formas de militar en el PSP. La “abierta”, la del “acompañante” que “entraba” en otra formación política o institución estatal para informar e influir, y la que recibía adiestramiento y órdenes de los servicios de inteligencia soviéticos. Flavio Bravo y Mas Martín estaban en esa categoría. La función de los Partidos Comunistas de todo el mundo era ayudar a la URSS. Por eso el Kremlin los financiaba.

Fidel era un “acompañante”. Su función era “entrar” en el Partido Ortodoxo, formación socialdemócrata (y anticomunista), para radicalizarlo desde dentro. La idea de que Fidel era demasiado “fidelista” para someterse a una disciplina partidista olvida que Stalin era, ante todo, “stalinista”, y Mao “maoísta”, líderes que al principio parecían dóciles, hasta que pudieron mostrar su caudillismo.

Fidel no se hizo antiyanqui por la conducta de Estados Unidos. Lo contó en carta a su amante y amiga Celia Sánchez escrita en la Sierra Maestra en 1958: pelear con sus vecinos gringos era su destino. Como en el cuento del alacrán: “era su carácter”.

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