POLÍTICA Y CULTURA
El Haití del rey Christophe
A propósito de temas ancestrales, transcribo unas notas escritas por mí sobre una novela extraordinaria que leí hace muchos años, “El Reino de este Mundo”.
El Rey Christophe, amo absoluto, figura odiosa que asumió para su despótico ejercicio de poder las arbitrariedades de los colonizadores, construye en el tiempo presente de la narrativa, el Palacio de Sans Soucí, con miles de esclavos vigilados por húsares negros. Toda una parafernalia de la vanidad humana elevada a sus niveles más contrastantes, arcos, jardines, pérgolas y laberintos.
Haciéndose un espacio junto a emperadores y monarcas de todas las edades, el Rey impone un decorado falso, reproduce el contexto europeo y silba la música de los grandes conciertos de la civilización blanca en un vano intento de alcanzar sus decibeles y tonalidades, a costa del desconocimiento de su propia cultura, raíces y de un mimetismo vergonzante, indigno de la epopeya de su propia liberación.
El personaje central es Ti Noel, negro esclavo que sigue a Mackandal, líder de la revuelta quien es herido y posteriormente capturado, pero en el momento en que va a ser quemado se convierte en una mariposa, símbolo de la libertad, con lo cual cambia de figura, se transforma en otro ser, propio de las creencias animistas.
Ti Noel es llevado a trabajar para el rey Henri Christophe en la construcción de una impresionante fortaleza, “La Citadelle”, alzada en la cima del “Gorro del Obispo”, “florecida de hongos encarnados, mole de ladrillos tostados, levantada más arriba de las nubes, con tales proporciones que las perspectivas desafiaban los hábitos de la mirada”.
Un día los tambores de los esclavos tocaron el manducumán, que anunció el fin de la monarquía. En la noche “truenan los tambores radás, los tambores congós, los tambores de Bouckman, los tambores de los Grandes Pactos, los tambores todos del Vudú, en vasta percusión que avanzaba sobre Christophe, apretando el cerco”.
El rey se suicida pero la ansiada libertad pregonada una y otra vez vuelve a postergarse, Ti Noel presencia la toma del poder de los nuevos amos en las llanuras del Norte, los mulatos republicanos, quienes declaran obligatorias las tareas agrícolas y reclutan otra vez a los esclavos. La piñata de los libertadores.
Ti Noel, reflexiona con estas palabras hermosas que consagran la lucha del hombre que, “padece, espera y trabaja para gentes que nunca conocerá y que a su vez padecerán, esperarán y trabajarán para otros, que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada.
Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse tareas. En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo”.