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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

Estoy herido

¿Herido? Sí. Pero no te preocupes en buscar un médico o llamar la ambulancia. No creo que haya herida más profunda que la mía ni médico que la cure. Mi herida no se ve, pero según Shakespeare: “Las heridas que no se ven, son las más profundas”. ¡Caramba, qué lejos me fui! Parezco todo un filósofo.

Algunos dicen que no hay herida más grande que la del amor; otros afirman que es la de la traición. La herida que causa la traición o la que provoca la ofensa puede durar años y hasta toda la vida. Se hace difícil cicatrizarla a través del perdón.

Yo pienso que la herida que produce el amor es la más profunda y que es difícil curarla. ¿Qué tú crees? En la antigüedad, cuando alguien se enamoraba, se decía que la flecha de Cupido lo había herido en el corazón. El poeta Virgilio, en su libro llamado la Eneida, llama a Cupido el dios del amor, representado como un niño con los ojos vendados, llevando un arco y flechas de oro para herir de amor. Tal vez por lo de la venda se dice que el amor es ciego y la locura le hace compañía. ¡Qué asfixie!

Volviendo atrás: estoy herido. Pero me he dado cuenta de que son muchísimas las personas que también han sido heridas. ¡Hey! ¿Qué pasó? Acabo de recibir en este momento un mensaje que me dice que hay un médico que puede curar mi herida. Mi amigo Job me dice que hay Alguien que hiere, pero que también cura las heridas. ¿Y qué es eso?

Por ahí va la cosa y tú lo sabes. No estoy hablando del amor chatarra o cebolla, sino de ese que hiere profundamente en el corazón, que no es ciego ni pasajero, sino que dura para siempre y que hace que nos rindamos a sus pies. “Cuando el dulce Cazador me tiró y dejó herida, en los brazos del amor mi alma quedó rendida.” (Santa Teresa)

Sí. La Palabra de Dios, que es amor, me ha herido, me ha rendido. Septiembre es el mes dedicado a la Palabra de Dios, a la Biblia. Él hiere, pero también sana las heridas. ¿Oíste?

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