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EL CORRER DE LOS DÍAS

Historia de una oruga colgante

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Marcio Veloz MaggioloSanto Domingo

En las praderas del oriente de Asia Menor existen varios tipos de flores que se distinguen por su atractivo poder alimenticio, son las que comen las orugas que producen el algodón, la seda del capullo que fue origen del legendario camino que desde la época de Marco Polo, sentencio un trayecto cargado de promesas y lujos orientales, porque el llamado “camino de la seda o ruta de la Seda” fue, además, el mas rancio trayecto conocido. A través de una ruta que nació en la Europa medieval y se extendía casi a campo traviesa hacia el Antiguo Oriente, era la aventura de portar objetos exóticos y otras formas de vida, la que primaba en la preóburguesía que anunciaba la transformación social de ambos mundos.

El “toma y daca” cultural producto del intercambio de inteligencias y formas de todo tipo, era la primordial huella de lo que antes, sin un Colón “descubridor” de algo llamado nuevo mundo, abría las puertas de sociedades y formas de vida nuevas envueltas en episodios que muchas veces, producto de las hibridaciones, concluyeron en nuevas culturas, formas de navegación, usos de inventos bélicos con la pólvora antes elemento puramente lúdico, o las cuerdas de instrumentos musicales que con nuevas resonancias y arpegios, se ocultaron en xilofobia de la Europa asombrada.

Mientras tanto aparecían otros asombros. Pena de muerte para aquel que osara transportar viva o muerta fuera el área la morera y el gusano productor de capullos que luego se convertirían en bosques de fibras biológicas, productos animales, de donde nacía el hilo de la fortuna.

Pero hasta hoy la oruga tradicional trabajaba o parecía hacerlo de modo solitario creando su casa de estilo propio, la que desalojada pasaba a ser parte de una industria surgida al ritmo en el que la oruga fea y desagradable de la mariposa encarnada, arrojaba su cascara, basura de su crecimiento hasta llegar a pupa, generando luego, lo que a los oriéntales, fundamentalmente chinos, costo más de tres milenios.

Pero lo que podría considerarse el colofón biológico de la orugalidad o de la “oruguidad”, se daba en una pequeña mariposa que en vez de tejer un capote para desarrollarse, y en vez de asimilarse el modo de vida de la oruga de la morera, buscaba hacerlo, para su desarrollo, con hormigas cercanas al lugar de su reproducción. Hay filmaciones donde puede verse cómo este tipo de oruga, en vez de crear capullo, crea un hilo por donde se descuelga hacia el terreno donde está la especie de hormiga protectora que la protege y la traslada hacia el hormiguero, donde es atendida y hasta cierto punto criada, por tener dicha oruga perfume similar al del llamado pulgón con el que se perfuman los espacios del hormiguero. Las atenciones terminan cuando la pupa es llevada a las afueras de la cueva donde termina de desarrollarse, y vuela hacia el mismo tipo de planta donde se producirá la relación con su igual, la que desovará de igual modo, hasta que la oruga vuelve a descolgarse, tocando el suelo, y con su atractivo perfume, que es en el fondo una llamada, atrae las precisas hormigas de la especie que, beneficiarias, a la vez contribuyen con el desarrollo de la pupa que será luego mariposa.

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