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EL BULEVAR DE LA VIDA

Nostalgia de Trujillo

Desde 1978 -con la excepción de los dos gobiernos del doctor Balaguer-, la nación ha sido gobernada por fuerzas políticas -supuestamente- progresistas. Sin embargo, en sus gobiernos (los del PRD o el PLD), los remanentes del trujillismo han sido cada vez más reconocidos, mejor valorados e incluso algunos convertidos en “personalidades” de la jet set nacional.

“¡Cuánta doblez embriagada de cinismo!”

Somos un país de tramoyistas del Decorao; unos patriotas de escenografía, atrapados en terribles colindancias familiares y empresariales, que aquí, casi todos tenemos un amigo que fue del 14 de Junio o peleó en Abril, y un compadre trujillista que fue enllave o maipiolo de Ramfis. Hagan memoria.

Hace unas semanas, el anuncio de la instalación de una sala en el Museo de Historia, dedicada a la Era de Trujillo, creó un gran barullo mediático. ¿Y por qué no instalarla, si tanto gustamos de convertir en un Trujillito a cada presidente que presidente ha sido? ¿O acaso, han sido fuerzas trujillistas las que se han inventado aquello de “Leonel/ Balaguer/ Peña/ Hipólito/ Danilo sin ti , se hunde este país”.

La ideología autoritaria que el trujillismo encarna, está cada vez más enraizada en las prácticas sociales y políticas del pueblo dominicano, y todo porque los ciudadanos y los gobiernos no hemos sido capaces de negar esa ideología, esa visión, con nuestro comportamiento, eso, demócratas de pacotilla que somos.

Trujillo no necesita vivir en la sala de ningún museo, si ya vive en cada ciudadano intolerante, en cada funcionario autoritario. “Para conocer a Mandito, dale un carguito”, en fin.

Nuestro problema no es una ninguna Sala sino la casa entera de nuestro mal comportamiento, ese limpiasaquismo militante y sempiterno, esa incapacidad para negar a Trujillo y no con misas, carteles, insultos ni postalitas, sino con el ejemplo, con el comportamiento.

Son nuestras repetidas traiciones a la democracia y sus valores, las que han permitido que, en las actuales circunstancias electorales, éticas, políticas e institucionales, del país, la posibilidad cierta de un régimen dictatorial no es una quimera, al punto de que, -fuera los de siempre en el PLD o el PRM-, el único candidato que cada día aumenta su popularidad ante el electorado es un innombrable nietísimo que promueve y defiende la memoria de su abuelo genocida.

¡Vergüenza debería darnos, tanta nostalgia del régimen que inventó el oprobio!

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