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ORLANDO DICE

Si fuera David me preocupara

Lo ideal hubiera sido que David Ortiz siguiera su vida divertida en República Dominicana, sin incidente ni contratiempo. Lo primero, era su vida, y lo segundo, tenía con qué costeársela.

Sin embargo, como nada es perfecto, se produjo el incidente y vino el contratiempo. La propia vida sale en ocasiones a cobrar deuda no contraída.

El caso, no obstante, pudo ser simple, pero la investigación lo complica, y de mala manera. Ahora sucede que no solo era sensación en el campo del juego, o espíritu generoso, sino también un hombre con debilidades.

Ninguna extraordinaria o cosa del otro mundo, sino propias de un ser humano que ama la vida y le saca todo el jugo que le sea posible.

No puede decirse que llevara doble vida, pero había una vida que no era tan de los medios de prensa y que las indagatorias se afanan en destacar.

Desde el momento que descartaron el robo como móvil del atentado, Ortiz empezó a tener problema. No se trataba de delincuencia común, sino que la acción fue dirigida, con propósito, intención y motivo.

Las redes entraron en acción, y las redes no redimen, destruyen. La perversidad, la maldad se ocuparon de publicar los capítulos que Cervantes no se había atrevido.

Las autoridades nacionales no manejaron la situación con la solvencia debida y dejaron que la imaginación hiciera a su antojo.

No se sabe quién mandó a matar a John Kennedy, ni a su hermano Robert, ni a Martin Luther King, aunque sí los autores materiales.

Las agencias norteamericanas no hicieron el trabajo o lo dejaron a medias, pues figuras de esa importancia social, política, religiosa no se matan como pajaritos en el bosque.

Esas agencias ahora se involucran en las indagatorias, y si se involucran es porque las nacionales no apuntan a dar pie con bola.

Ortiz debiera preocuparse, pues FBI y DEA (que tampoco han sido confirmadas) podrían incurrir en un defecto que les es propio.

La de entrar en competencia, y el conocido déjamelo a mí, que nunca hace bien, y sí todo el mal posible.

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