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EL CORRER DE LOS DÍAS

El tamaño del silencio

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MARCIO VELOZ MAGGIOLOSanto Domingo

Existen varias dimensiones del silencio; la dimensión material comprobada con decibeles que, en algún momento, se agotan de tanto responder al ruido, y hacen del silencio su materia prima; la dimensión de la palabra inaudible que retorna con la carencia de los ruidos es también silencio, pero expectativo; el ruido muerto que conserva su “ aunque”, irresucitable; la parte más triste del silencio y lo mismo el de la oración que se apaga en el momento en el que intentaba convertirse en luz; es igualmente silencio lo luminoso que aterriza o emerge de la tierra como relámpago que truena, y que en cuando desaparece en la tormenta ya no vuelve a tronar; es también silencio irrepitente, pero inaccesible.

Son infinitas las formas del silencio, pero divididas según su materialidad: , solo hay dos formas físicas, todas diferentes cada vez, la más corrientes son las visuales y explosivas, clasificadas por los físicos como expresiones de la electricidad, en donde la onda se percibe sin ser escuchada, formas hechas para que imaginemos, sintamos, gustemos, veamos; y formas del alma para que evitemos hechos simples como el mal pensamiento, la traición, la mala voluntad y las que aun persisten en los diez mandamientos mosaicos, todas o casi todas en apagamiento, porque el hombre las repite a veces y en voz alta, abandonándolas luego, cuando se pueden hacer resonar en voz baja haciéndolas vibrar imaginando su sonido invisible.

Todo cuanto se dice posee su silencio oculto, como el forro, como la materia su sombra, como el brillo sus opacidades y el amor sus dioses sonoros, encarnados en sugerencias nada sonoras.

Las que antes fueron silencios. Y es que también el pensamiento humano al florecer, aunque a veces despeñado es como arroyo que también puede imaginar las fuentes donde reposa el silencio. Pero el mejor silencio, el más perceptibles es el del sueño que el psíquico, el psiquiatra, extremista, nos muestra tomado de la mano, es decir el del silencio frente al sexo culpable.

La colección de sueños con la que C.G. Jung nos transporta a lo que llamaríamos el silencio florecido.

O a una novela que podría tener el título de “Cuando el silencio abunda en personajes que ocultan voces primordiales” Los ruidos del silencio, transferidos a novelescas palabras, son en verdad momentos imperceptibles desde dentro hacia afuera, como las discreciones del perfume; palabras odorantes montadas en pétalos transitorios, razón con la que la naturaleza expresa sus ilusiones.

Los silencios, en lucha contra una mística aleatoria y/o fonética, la metafísica de lo imaginario, mueren y van al campo donde el alma los condena a vivir para sí mismos, porque una sonrisa silenciosa puede contener el mensaje hablado y silenciado que no hemos deseado expresar o la nada de un idioma que no ha aprendido a ser expresado.

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