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ORLANDO DICE ...

¿De quién era el tablero?

Pasó el ruido preguntó la brisa al viento en referencia a la escogencia de los jueces de la Suprema Corte de Justicia. Parece que sí, pues la semana coloca otros temas sobre el tapete.

Con Leonel Fernández amparándose en la Constitución y con gente en diferentes escenarios, una Margarita Cedeño que no da un paso atrás ni para coger impulso y una reelección que se disimula pero atropella como caballos desbocados en la pradera, el que se detenga o voltee la cabeza se vuelve estatua de sal.

Esa es la dinámica social que repugna, pero a la que todos se someten, haciendo del masoquismo la mayor de las virtudes nacionales. El hecho malo de hoy tapa, cubre, desplaza al hecho malo de ayer.

Los jueces recién escogidos son los bueyes con que habrá que arar, y se arará de manera admirable, como sucede siempre en que se exagera la nota. El agua se aclara sola y sin esperar el paso de la corriente.

En el 1978, con el advenimiento del PRD al poder, después del eclipse democrático de los doce años de Joaquín Balaguer, se leyó como pocas veces un libro: El Gatopardo.

Aunque algunos solo de oídas o la ambigua y reiterada frase: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. El éxito del cambio, según el personaje de la novela, era que todo siguiera igual.

Ahora se decía que Danilo Medina quería su Suprema Corte de Justicia para consagrar su reinado de impunidad, del que el caso Odebrecht era el mejor ejemplo. Se olvidó a propósito que otra Suprema no encontró méritos en el expediente SunLand y que cada cual va con quienes quiere.

Lo transcurrido resulta más que interesante, pues siendo el jefe del Estado el dueño de los instrumentos, de los músicos y de la orquesta, no interpretaron todas sus partituras.

La historia publicada en su edición digital por el periódico El Día fue bastante reveladora, y se puede consultar. La exfiscal del Distrito Nacional Yeni Berenice Reynoso sacó cuatro votos. Según la narración dos fueron de los representantes de la oposición (José Paliza y Josefa Castillo) y dos del gobierno (Danilo Medina y Jean Alain Rodríguez). Los malos de la película, el presidente de la República y el Procurador General, no pudieron poner esa ficha en el tablero.

Los insondables misterios del poder.

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