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PENSANDO

“Casandra, 100 años”

Hoy quiero expresar mi difícil experiencia al vivir los últimos minutos de vida de “La Soberana”. La madrugada del 5 de diciembre de 1983, a eso de las 2:50 am, recibí la llamada de doña Casandra expresando su dificultad para respirar. Salí rápidamente desde mi hogar desde la Pte. Irigoyen y en unos diez minutos llegué a su residencia en la José Contreras.

En la habitación, su dificultad respiratoria era inminente y la acerqué al aire acondicionado en lo que Antonia, su ama de llaves, facilitaba su vestido para salir con urgencia. Al introducirla en mi vehículo, ella hizo un alto antes de sentarse en el asiento delantero derecho, exclamando con voz emocionada frente a don Luis Rivera y su nieta Violeta, “Antonia, cuídenme mis hijos”. Me trasladé al Centro Médico Nacional y allí, a la entrada de la emergencia, caminando, doña Casandra se desplomó, perdiendo el conocimiento.

Antes de desmayar, su mirada fue de paz y entrega absoluta, como si se acomodara para partir. Los primeros auxilios: oxigeno, aramine intracardiaco y desfibrilador; no lograron reanimarla. Doña Casandra se había marchado de este mundo, su vibra fulgurante abandonaba su cuerpo y todos allí presentes abandonaban el espacio despavoridos, ansiosos, incrédulos, al ver la realidad de su inercia material.

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