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ORLANDO DICE

Un debate sin debate

UNO- EL MISMO VOTANTE DE SIEMPRE.- Todavía los partidos no tienen candidatos, y aunque leyes y reglamentos, la selección no será miel sobre hojuela. El elemento material, objetivo, está claro, pero no así el subjetivo, el sicológico. El texto no hace fila, ni asume militancia, ni forma parte de grupo. Las mañas por tanto no son suyas, sino del compañero o del votante. La legislación debió incluir un ciudadano dominicano menos incivil y más noble y honrado, políticamente hablando. Suiza no presta su gente y al dominicano se le hace difícil ser suizo. Así que en el 2020 votarán los criollos de siempre, con maña en las manos y el fraude en la boca. Lo interesante es que no solo están en campaña los aspirantes, sino también la sociedad civil. Convoca a los potenciales o posibles candidatos, y van prestos, pues conviene y es bueno ponerse donde los vean los capitanes de industria. A veces se produce la queja de que el país no puede vivir en permanente floreteo político, pero cuando se analiza el punto se tiene que la culpa no solo es de los partidos y los candidatos, sino también de los empresarios, que quieren y procuran un avance de los planes o programas de gobierno…

DOS- PROMOVERÁ, NO IMPONDRÁ.- Un ejemplo sería Anje, el sector joven del empresariado, y que desde ya promueve el debate de candidatos, del mismo modo que ocasiones anteriores. Los intentos fueron fallidos en el pasado, pues aunque convoca, no logra la concurrencia de todo el universo político o electoral. La próxima contienda no tiene porqué ser diferente. Incluso la gente tiene una idea equivocada al respecto. Es verdad que la Ley Orgánica de Régimen Electoral No. 15-19 incluye los debates, pero no de la forma que se aprecia. El artículo 172 trae un párrafo que define el propósito. Dice: “ La Junta Central Electoral promoverá la realización de debates sobre los programas y plataformas que presenten los partidos o alianzas de partidos en un proceso electoral, procurando la mayor difusión de las propuestas programáticas de los candidatos presidenciales y vicepresidenciales, así como los programas de las políticas congresionales y municipales de los partidos políticos”. Léase bien, o más de una vez, y reténgase la palabra “promoverá”, ya que por ninguna parte otorga carácter obligatorio. Es decir, el organismo tiene la atribución, pero no la imposición. Todo queda a la libre decisión del contendiente…

TRES- NO TODOS O SIEMPRE QUIEREN.- Este aspecto es importante, pues no deben olvidarse situaciones del pasado de candidatos que se negaron a participar en debate, incluso con petulancia. Como cuando José Francisco Peña Gómez alegó que era de otra galaxia para no confrontarse con Leonel Fernández, y el propio Fernández descalificó a sus oponentes diciendo que no sabían conceptualizar. Entonces, ahora hay debate y no hay debate. Dependerá del humor del candidato, de que la circunstancia lo haga necesario para todos y del prestigio del convocante. Anje visitó a la Junta Central Electoral, la prensa reseñó el encuentro, pero no los detalles de lo conversado. Falta saber si hablaron del debate o de la posibilidad de que el organismo renuncie a la tarea y la deje en manos de particulares. La JCE tiene una agenda muy cargada y nada de experiencia en debates, por lo que le haría bien una ayuda en un terreno que sin duda dará lugar a conflictos. ¿De qué sirve una discusión pública de los temas fundamentales del país en tiempo de elecciones, si no participan los principales candidatos, los de mayor preferencia y – obviamente -- los decisivos en la lucha por el poder? En ese sentido lo sucedido en el 2016 fue deprimente, cuando no relajo, locura, y sin real competencia. A menos que surja una sorpresa, un debate sin PLD y PRM, además de no producir emoción, sería un acto fallido…

CUATRO- CAMBIO DE ESTRATEGIA Y USO.- Si Anje logra acreditación de parte de la Junta Central Electoral, o por lo menos que le encargue la logística, debe cambiar de estrategia, y darse cuenta, en primer lugar, que lo importante no es el debate. Lo importante es que se de entre candidatos con posibilidades, y no es tan difícil. Solo tiene que dejar de lado el populismo y centrarse en los principales. Las encuestas podrían jugar un papel decisivo. Y no mediciones ajenas, sino propias. Subir al cuadrilátero solo a aquellos que realmente provoquen fervor entre los potenciales votantes. El rasero podría ser un determinado porcentaje. Quienes no alcancen la cota, simplemente quedan fuera. Esa sería la regla del juego, y hacerlo de ese modo crearía expectativas, y como todo espectáculo, aseguraría público. Ahora bien, debe cuidarse de la petulancia. De creer que la convocatoria a través de la prensa es suficiente, y que los candidatos se dejarán llevar como mansas ovejas a lo que podría ser un matadero. Lo primero es convencer a los candidatos y después llevar a cabo el montaje. Si lo hacen al revés, como en oportunidades anteriores, después que no se quejen cuando los candidatos en alza se nieguen al juego. Cada cual tiene su estrategia, y si en la estrategia no figura debate, nunca acudirá a la cita

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