EN PLURAL
Vigencia del socialismo democrático
(1 de 2)
No se exactamente si Duarte, Sánchez y Mella usaron en sus documentos que escribían, y en sus arengas patrióticos, la palabra doctrina.
De lo que estoy segura es de que hicieron lo que hicieron aferrados a una fe sin desmayo en la bondad y en la factibilidad de nuestra independencia.
Guardando las enormes distancias que el respeto y la veneración me imponen, a mí me pasa lo mismo, desde que intuí que este país fundado por los trinitarios merecía un sistema social, económico y político que superara los carcomidos moldes de una democracia “representativa” que disfraza en el carnaval de las elecciones su profunda injusticia.
Pensé que la independencia formal, la soberanía ante otras naciones, no era suficiente, sentí que podía ampliarse y mi convencimiento y mi esperanza anclaron en un modelo posible, cuando conocí, y estudié, la ideología del socialismo democrático.
Aún rompo lanzas por él, frente al enemigo de un neoliberalismo cuyos aromas no han logrado quebrar mis certidumbres. Soy moderna, no posmoderna, y sigo creyendo que vale la pena luchar por los valores, que la historia existe, y que las ideologías, entre ellas la mía, seguirán vigentes pese a Fukuyama y Hayek.
Como toda enamorada, desde que me prende el socialismo democrático a través de mis relaciones con la fundación Friedrich Ebert, quise conocerlo más.
Pasé, de leer obras sobre la evolución y tipologías del socialismo, su versión socialdemócrata europea, a explorar textos enraizados en la realidad de nuestro continente, José Carlos Mariátegui y sus “Siete ensayos sobre la realidad peruana” me convencieron de que el modelo europeo, surgido en una etapa de desarrollo y crecimiento económico no podía aplicarse en América Latina, cuya economía sigue siendo mayoritariamente la exportación agro-minera, con casi inexistente desarrollo industrial.
Al no haber prácticamente empresas no habrá tampoco trabajadores proletarios, la explotación se daba entre otras capas sociales, más diversas, entre las cuáles el campesinado y los busca vida libres, o sea, el chiripero de Juan Bosch, junto a la población que era y sigue siendo, los sin-sin, sin educación y sin trabajo.
Ese revoltijo confuso de clases obligó a los pensadores de izquierda que no eran comunistas radicales a buscar y difundir una nueva modalidad de socialismo aplicable a países subdesarrollados.
Se amplió el abanico de los protagonistas, admitiendo entre ellos a intelectuales, profesores, estudiantes. En universidades como las de Santiago de Chile, las de Uruguay y las de Córdoba, surgen acciones y tesis que se adelantan a las propuestas de las ideologías tradicionales.
Una versión del socialismo, limado en sus ariscas más duras, basada en las condiciones históricas y culturales de nuestro continente, se fue construyendo: socialismo democrático. Lo definió Rodrigo Borja al referirse a su país, construido “con barro ecuatoriano”.
Años después, José Francisco Peña Gómez, temprano descubridor y activo propulsor del socialismo democrático, presentó su tesis del Gobierno Compartido, una adaptación criolla de los postulados de esa ideología, que se empezó a conocer y a difundir en nuestro país desde la primera Escuela de Cuadros que el PRD, partido que lideraba Peña Gómez entonces, abrió, con el auspicio de la Fundación Friedrich Ebert, en 1978. Yo dirigí esa Escuela y aprendí cada vez más sobre esta ideología que sigue siendo la mía.
Creo que es factible y necesario que el socialismo democrático puede aplicarse en República Dominicana cuando un partido se atreva a desafiar la abulia y el mecanicismo de seguir ofreciendo en campañas cuernos de la abundancia, para luego, retornar a la injusticia, la desigualdad y el manejo indecoroso de los fondos públicos.
Pienso que este partido que es mi PRM, debe explicarlo convincentemente para que lo asuman, sin miedo ni reservas, las distintas capas sociales, lo impulsarán primero para convertirlo en votos, ya luego para aplicarla desde el gobierno.
Me arriesgo a parecer una vieja cotorra impertinente, repitiendo en mi próximo En Plural y aterrizando lo más posible el armazón teórico de ese socialismo democrático en el que creo, como deben creer y han creído, los que a lo largo de nuestra historia americana, rebozada de obstáculos y apostasías, se han mantenido fieles a una idea, para hacerla concreción, en un modelo socioeconómico progresista.
El próximo sábado, espero machacar como vieja maestra que soy, un En Plural que defina y apróxime los perfiles del socialismo democrático, adaptado para el aquí y ahora de nuestro país.
Yo tengo fe y amor puesto en él y sé que cuando muchos más lo conozcan, una gran y poderosa versión actualizada de la Sociedad La Trinitaria, se nucleará alrededor del partido que lo sustente, y lo honre, igual que en febrero de 1844, muchos dominicanos se unificaron para lograr nuestra independencia.
Hasta el próximo sábado.