Opinión

EL CORRER DE LOS DÍAS

La reina de Santomé

MARCIO VELOZ MAGGIOLOSanto Domingo

I

Busco por dónde comenzar La Reina de Santomé y me llegan los informes sobre nombres de lugares que podrían ser los originarios del Saint Thomé, oriundo del creole de Haití o de la ocupación francesa de la parte oriental de la isla. El nombre de Santomé es de puro origen europeo, pero no así todos sus habitantes, y se recuerdan sitios en África, Brasil, y hasta de Italia, donde existen vinos Santomé en la zona del Véneto.

En la toponimia de un San Juan de la Maguana que compartió por las mismas razones de mixtura, la haitiana, quizás se encuentra la fusión oral del nombre del santo, un modelo criollo de fundición, en donde Saint Thomé se transforma en Santomé

Guillermo Piña Contreras usa la memoria descriptiva para entregarnos un texto modelo de lo que es un formato para otras novelas dominicanas, novedoso, y nacido de interioridades “aglutinadas”, porque el autor no utiliza los protocolos de la narrativa tradicional y su modo de narrar, a veces faulkneriano, nos da un San Juan de la Maguana centrado en los difíciles años de una adolescencia señera, rescatando historias barriales que de improviso relumbran en presente y pasado, casi como si fueran un gerundio, utilizando la simultaneidad como manera creativa, y generando en el lector la integración, por la vía del relato de temas selectivos, de historias y personajes que surgen desde diversas épocas, para dar sentido novelístico a un período centrado fundamentalmente, en el Año del Benefactor de la Patria. Trujillo, cuya sombra cubre con densidad ya decadente para la dictadura, los cambios de nombre de la provincia, el tambaleo de las religiones rurales, como eran la de Oliverio, y luego Liborio, el interés de un obispo norteamericano en entender una cultura y una religión que, nacida en parte de la suya no era la suya y de la que todos estaban enterados, con explicación en abuelos que como Papapa, se mostraba como generoso orientador y cicerone del sacerdote, sorprendido por sucesos incomprensibles, puesto que, proveniente de un ámbito cultural diferente, tenía dificultades en apreciar las raíces del contraste entre el Dios católico y las creencias populares en un Dios modificado.

Indirectamente, la alucinación y la fantasía de elevar en San Juan de la Maguana, a un trono paralelo al de Angelita Trujillo, el de La Reina de Santomé, al fin y al cabo son imitación, y simulacro, donde las creencias políticas estaban teñidas de religión, y la religión misma era, en todos sus aspectos, creencia política.

Era la evidencia de un país atrapado en las enredaderas de un sueño sin definición política, religiosa y social, y donde según el abuelo Papapa, quien conversa con el obispo norteamericano, y le proporciona documentaciones orales, aparte de los valores comerciales, habla sobre creencias en un mas allá, diferente al de la Iglesia ahora, con el nuevo impulso del Concordato, proyectada en su mayor importancia para el país y los campesinos, que con la firma modificará la vieja cultura campesina. El matrimonio obligatorio que suplantaba el concubinato, fue una de las piedras angulares de una dictadura que necesitaba apoyo. Los campesinos sufrieron el cambio que produjo la decisión de que, el matrimonio fuera promovido en todo el país, (pregúntenle al Jefe si él cumplirá con eso, dijo Papapa). Nombres y apellidos originarios pasarían a ser secundarios y los llamados “hijos naturales” cambiarían de apellido, entrando en un nuevo tipo de ascendencia y descendencia que afectaba las tierras sin títulos, a los no bautizados.

El Concordato firmado en 1954 entre Trujillo y la Santa Sede, fue más allá de la voluntad del pueblo, cuando soldados casi ausentes de nombre, fueron bautizados, y las herencias confirmadas con “papeles de alcaldes” terminaron siendo un estorbo, porque el Concordato, rechazado desde siempre por la mayoría de los dominicanos, al bautizar y cambiar apellidos, y los usos tradicionales se esfumaban. En vez de todos a las aulas, todos al Sagrario, porque el Papa, de algún modo así lo proclamó y Trujillo lo adicionó a su política.

Un punto concuerda con mis creencias y sobre el que ya he escrito en ocasiones, es el de “la familia desconocida”, “la familia que viene asignada y que es un pasado de otros”, el que comienza a influirnos desde que nacemos, y nos conforma con su historia, muchas veces deformada y otras selectas, según el gusto familiar, mientras somos ajenos a lo que seremos un día. Historia adicional que la sociedad puede tomar en cuenta.

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