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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Juan XXII y Luis IV de Baviera

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Manuel Pablo Maza Mique, S.J.Santo Domingo

Al residir en Avignon, el papado se acercó demasiado a la corona francesa, cuyos intereses chocaban contra Inglaterra, Aragón y Alemania. Las dos últimas tenían agendas italianas opuestas a las de los papas.

Luis IV de Bavaria (1314 - 1347), rey de Alemania invadió la Lombardía en Italia para apoyar a sus partidarios Visconti, enemigos del papa, quien cuestionaba la forma en que Luis había llegado al poder en Alemania.

En un documento conocido como la Apelación de Sachsenhausen del 22 de mayo de 1324, Luis de Baviera insultaba a Juan XXII calificándolo de “hereje que falsamente se designa a sí mismo como el Papa Juan XXII” (dos siglos antes de Lutero). Le enrostraba haber herido de muerte la pobreza franciscana. La redacción de la Apelación olía a los escritos de los franciscanos Bonagrazia, Ubertino de Casale y de Pietro de Giovanni Olivi. Luis de Baviera contaba entre sus consejeros a varios franciscanos de la facción espiritualista.

Su Apelación le ganó a Luis de Bavaria la excomunión el 11 de julio de 1324 y ese mismo año Juan XXII prohibió terminantemente que nadie cuestionara sus bulas sobre la pobreza franciscana, “Cum inter nonnullos” y “Ad contidotrem”.

El capítulo general franciscano se reunió en Lyon el 20 de mayo de 1325 y allí, Miguel de Cesena, quien lo presidía, prohibió toda expresión irrespetuosa hacia el papa. Pero el asunto se empezó a complicar, cuando el 8 de junio de 1327 Miguel de Cesena fue convocado a presentarse ante Juan XXII en Avignon. Ya estaba allá en diciembre.

El inteligente Miguel de Cesena se percató de que Juan XXII no había olvidado ninguna de sus quejas viejas. El Papa le reprendió en público el 9 de abril de 1328 por su actuación cuando el capítulo general de Perugia de 1322. Miguel presentó una protesta en privado, cuatro días más tarde.

Allá en Avignon andaban los franciscanos Bonagrazia de Bérgamo y Guillermo de Occam de Oxford, Inglaterra, uno de los filósofos medievales más destacados. Entre los tres fueron analizando su situación y luego de atar cabos, ataron varias sábanas, se descolgaron por una ventana ¡y se escaparon de Avignon! Sea o no leyenda lo de las sábanas, es un hecho que para junio andaban sueltos por Pisa, Italia.

Mientras todo esto sucedía, los Gibelinos italianos, partidarios del emperador, celebraban la invasión del Emperador a Italia. Entre los acompañantes de Luis de Bavaria se encontraban el franciscano Ubertino de Casale, y los intelectuales Juan de Jandum y Marsilio de Padua, autores de la “Defensor pacis” (“Defensor de la paz”), obra que criticaba la pretensión papal de arrogarse la plena potestad en lo religioso y lo civil.

Todavía asombra que, en 1527 las tropas luteranas alemanas hayan saqueado Roma y casi asesinado al papa Clemente VII. Tan grave fue que Luis de Bavaria fuera coronado emperador por el cardenal Sciara Colonna en enero de 1328. Luego Luis depuso, en ausencia, a Juan XXII, y en mayo de 1328, cual Otón I redivivus, nombró papa a Pietro Rainalducci de Corvara, un franciscano, que se llamó Nicolás V (no cuenta como papa). Los tres escapados de Avignon: Bonagrazia, Cesena y Occam, se acogieron a la protección de Luis de Bavaria. Con él regresaron a su reino y allá vivieron libres de Juan XXII.

En junio de 1329, Juan XXII había logrado que los franciscanos eligiesen a otro Superior General persiguiendo a Miguel de Cesena y partidarios. El anti papa Nicolás V acabó rendido a los pies de Juan XXII. Fue perdonado y mantenido.

Distorsionamos la Edad Media cuando usamos la brocha gorda para pintar a la jerarquía, los laicos y religiosos, empleando solo colores de atraso y servilismo. Curemos nuestra compresión mediocre estudiando a Marsilio de Padua (1343?) y Guillermo de Occam (Ü1347).

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM mmaza@pucmm.edu.do

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