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MIRANDO HACIA ARRIBA

Trump y su obsesión con el Muro

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Nikauly De La MotaSanto Domingo

Donald Trump ganó la presidencia de los Estados Unidos haciendo un reality show en el cual el principal eje del espectáculo eran sus salidas verbales y sus acciones calificadas como tremebundas. Así fue como desde las redes sociales creó y gestó una masa de simpatizantes que sorprendentemente se ha mantenido fiel al mismo.

Una vez ungido como comandante en jefe de la primer potencia del mundo, Trump, el presidente venido de los reinados de belleza y el hombre un habitué a las fiestas del jet set y de la revista Play Boy, ha seguido comportándose como si no hubiese pasado aún la campaña, y como si no hubiese reparado que se convirtió en el primer mandatario de una nación con definidos ideales democráticos.

Y digo esto nada más al ver cómo el empecinamiento de Trump por construir un muro en la frontera con México, el cual fue la promesa estelar de su campaña para unos seguidores que veían en los inmigrantes unos cuerpos extraños que venían de fuera a dañar a la América blanca, a la América puritana, a la “América para los americanos”.

Esta obcecación de Trump ha provocado el cierre federal desde el pasado mes, siendo esta la tercera vez en el 2018, y provocando que más de 800 mil empleados estén sin cobrar desde el mes de diciembre, y lo peor es que ya decenas de servicios que se ofrecen y prestan al público empiecen a tener problemas. Como la recogida de basura, los parques y lugares turísticos cerrados y muchos más.

La democracia es concurso. La democracia no es autoritarismo. La democracia no es espectáculo. Por eso, no es de extrañar que Trump reaccione como el niño engreído cuando no se le proporciona lo que quiere. Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, dijo que Trump reaccionó con unas pataletas cuando al preguntar si se le daría el presupuesto para el muro, y se le dijo que no, inmediatamente se paró y dejó la reunión.

Es esta una reacción de un político reaccionario, sin madurez, con gran dosis de infantilismo. Es ésta una actitud de un político que no entiende las reglas del juego que llevan más de cien años y que han llevado a que la política estadounidense se haya convertido en el modelo democrático del mundo. El muro o el muro. Es la consigna de Trump, y a juzgar por sus declaraciones más recientes no está dispuesto ni a ceder un ápice, aun cuando ya voces de su propio partido dentro del Congreso le han pedido que reabra el gobierno mientras se continúan las negociaciones. Sería abrir un compás para llegar a algún tipo de entendimiento.

Lo que pasa con Trump en EEUU, en el país, debería llamar a reflexión, cuando hay algunos que quieren presentarse como “outsiders” o como políticos atípicos, o cuando menos, cuando hay quienes sin tener ninguna experiencia previa, pretenden dirigir los destinos de la nación.

Los dominicanos debemos reflexionar y ser cautos en torno a ciertas figuras nuestras que ya estuvieron comandando el Estado y no lo hicieron bien, y que desperdiciaron tantas posibilidades y oportunidades para transformar a la nación. Ojo, no merecen volver a esa tan importante posición.

La política es un asunto serio, aun cuando vivamos en una civilización del espectáculo como la definió Mario Vargas Llosa. Hay un momento en que el gesto debe revestirse de responsabilidad y noble criterio. Mirémonos en el espejo de lo que pasa en los Estados Unidos para que luego no tengamos que lamentarnos o darnos golpes en el pecho.

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