Opinión

PENSANDO

Mediatización de las mafias

En el mundo moderno, el papel de los medios se asemeja con frecuencia a la función del clero, en determinar lo bueno y lo malo de las manifestaciones que emergen de las actividades sociales. Sus señalamientos y “decretos” no solo orientan la conducta de sus seguidores, sino que también orientan en ocasiones las decisiones de los gobernantes influyendo en ellos; es decir, que la prensa tiende a definir la realidad y a delimitar las fronteras políticas de los acontecimientos, de ahí la gran importancia de la mediatización en los procesos que soportan el crimen organizado. Cuando las actividades políticas, empresariales, sociales, artísticas y hasta deportivas, son permeadas por mafias, buscan en la mediatización el ocultamiento de sus acciones delictivas. El mafioso es el exponente del crimen integrado a la sociedad a través de cualquier actividad productiva y se establece tras lograr lo invisible en el ámbito penal. Esta especie de ceguera pública, avalada por la mediatización cómplice con el fenómeno mafioso, llega a ser culpable cuando se sabe que el crimen organizado está detrás de estos auténticos procedimientos criminales. La acción mediática controlada por las mafias solo tiene que mantener y presentar los temas bajo el prisma del declive en su trascendencia, que no es más que su ocultamiento y desvirtualización de la realidad comprometedora del delito. Lo serio de esta confabulación mafiosa es que amenaza no solo las libertades económicas y políticas, también afecta la gestión pública de preservación y conservación vital del medio ambiente, destruyendo los recursos naturales, y con ellos la vida que generan. Cuando la institucionalidad domina el anarquismo, la realidad no se oculta, se expresa con responsabilidad social. En cambio, en un sistema mediatizado y corrupto, la realidad se oculta bajo el prisma de la impunidad. Veamos pues los acontecimientos que se generan en la sociedad con la lupa de la realidad que nos rodea y no bajo la discreción con que actúan sus depredadores, y hagamos conciencia de que la gran delincuencia organizada es en esencia encubierta por el manto de la complicidad de la mediatización. La historia contemporánea resulta incompleta si se niega la existencia del hecho criminal con la ayuda del uso delictivo de la tecnología y sus actores, como brazo de ejecución mediática.

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