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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

El Papa Bonifacio VIII (1294-1303)

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Entre las familias con cardenales, ya conocimos a los Orsini y los Colonna, hoy encontramos a Benedetto Gaetani, el experto canonista, consultado por Celestino V para renunciar, al año y medio de ser papa. El purpurado Gaetani era conocido por haber colmado a su familia de beneficios desde su ingreso en el colegio cardenalicio. Dante lo colocó en el infierno. Tenía 60 años al ser electo al tercer escrutinio. Según Joseph Lortz era fogoso y sanguíneo.

No había asumido el papado y ya tenía de enemigos a la rama más radical de la orden de Francisco de Asís, los franciscanos espirituales, protegidos por Celestino V. Pero el gran enemigo de Bonifacio VIII fue sin duda Felipe IV el Hermoso, rey de Francia (1285 - 1314), una cúspide de la monarquía francesa. Guerreó las primeras escaramuzas que luego estallarían en la Guerra de los Cien Años (1337 - 1453) contra los odiados ingleses. Nada cuesta tanto como una guerra y en aquél entonces, la manera más fácil de conseguir dinero era cobrarles contribuciones forzosas al clero, los monjes y los obispos. Tanto Inglaterra como Francia recurrieron a esa práctica. Surgían las monarquías nacionales que aspiraban a someter a sus Iglesias a las agendas de reyes poderosos. Mediante la bula Clericis laicos del 1296 prohibió a los reyes de Inglaterra y Francia a imponer cualquier tributo a sus eclesiásticos; ese era un asunto que debía ser consultado y aprobado por la Santa Sede. Felipe IV puso a Bonifacio VIII en jaque mate, cuando por su parte prohibió que no saliera de Francia ninguna contribución para la Sede de Pedro. La medida fue aplaudida por amplios sectores de la sociedad francesa. Varios legistas franceses sostenían que el rey de Francia era dueño y señor en asuntos temporales y no necesitaba la aprobación del papa. Pero en 1296 Felipe IV se vio obligado a firmar armisticio con Eduardo I de Inglaterra y el Imperio alemán bajo amenaza de excomunión.

Ya en ese momento se iba armando una liga contra Bonifacio VIII. Los franciscanos espirituales, desamparados luego de la muerte de Celestino V, y ahora protegidos por Colonna, archi enemigos de los Gaetani, la familia de Bonifacio VIII. Los franciscanos espirituales, llamados también los “fraticelli” y los Colonna acusaban a Bonifacio VIII de haber asesinado a su predecesor, Celestino V, quien falleció mientras el papa lo tenía preso. Hoy en día, esa muerte se atribuye a una infección.

El conflicto entre los franciscanos espirituales que querían una pobreza radical y el resto de su orden, también salpicaba a Bonifacio VIII, pues por doquier surgían proclamas denunciando que los privilegios del Emperador Constantino (Ü 337) y las donaciones de Pipino (Ü768) y Carlo Magno (Ü814) habían corrompido a la Iglesia. Eran vox populi las riquezas de Bonifacio VIII y familia. Los Colonna circularon un dossier acusando al papa de asesino, papa ilegítimo, nepotista y simoníaco.

La situación se le iba complicando a Bonifacio VIII. Hombre hábil, dio dos pasos que le ayudaron a ganar este round de su pelea con Felipe IV. El abuelo del rey de Francia, Luis IX, había sido un ferviente católico: humilde, justo, fiel, incluso usando sus propios recursos había organizado una cruzada que fracasó. Una epidemia asoló sus tropas. Él también murió. Bonifacio VIII se congració con Felipe IV, canonizando a su abuelo, San Luis, rey de Francia.

Hacia el 1,300 muchos pensaron que el mundo acabaría y buscaban el amparo de la Iglesia. Bonifacio VIII organizó el primer año santo. Fue un éxito espiritual y material, ¡miles de peregrinos! Por esos días, el papa lucía las insignias imperiales, ufanándose de su poder. Debió admirarse menos en el espejo y mirar más a través de las ventanas (Kelly, 1986 The Oxford Dictionary of Popes, 208 - 209).

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM mmaza@pucmm.edu.do

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