MIRANDO POR EL RETROVISOR
Los protocolos son letra muerta
A raíz de las muertes por rabia humana registradas en este año, incluidos dos casos recientes de niños infectados en la provincia Pedernales, que murieron por los estragos del virus, surgió nuevamente el debate sobre el uso de los protocolos para el manejo de diversas enfermedades, especialmente las endémicas.
Y como era de esperarse, existe desde el año 2016 un documento titulado “Protocolos de Atención Salud Pública”, Volumen I, elaborado por varios especialistas en el área para el manejo de la rabia, el cual ha sido colocado junto a las guías para el tratamiento de la tuberculosis y el ébola.
Allí están detallados los pasos a seguir para la prevención, la actuación, el manejo, el diagnóstico, el tratamiento y la atención en casos de rabia humana, con las debidas especificaciones para cada actor del sistema de salud y las orientaciones puntuales para las familias con un pariente afectado.
Se especifica incluso que el Ministerio de Salud Pública autoriza la utilización y reproducción de este documento para actividades académicas y sin fines de lucro.
Su contenido, indica en la introducción, es el resultado de las consultas realizadas con los expertos de las áreas y de las sociedades especializadas involucradas, tras el análisis de las necesidades existentes en torno al tema en el Sistema Nacional de Salud.
Junto al protocolo, destaca también que desde el año 2005 se implementa la estrategia nacional “Movilización Tolerancia Cero” a la rabia humana, una enfermedad de notificación obligatoria, de atención prioritaria y considerada por las autoridades sanitarias un problema de salud pública.
El objetivo primordial de ese protocolo no puede ser más elocuente: “Dar un seguimiento continuo y sistemático a las personas agredidas por animales transmisores del virus de la rabia, para prevenir y manejar de manera oportuna los casos sospechosos de rabia humana y animal”.
Y muestra de una manera muy clara cómo proceder en caso de una exposición leve o de alto riesgo, qué hacer si el animal ha sido ubicado o si no aparece, en cuáles casos aplicar las cinco vacunas necesarias para evitar el contagio, la aplicación de la dosis en función del peso de la persona afectada, cómo proceder dependiendo del lugar donde se produce la mordedura, cómo curarla, en fin, todo el procedimiento a aplicar desde que una persona acude en busca de asistencia por esa causa.
Especifica, y es un detalle a tomar en cuenta, que aunque las mordeduras sean producidas por un animal conocido, en caso de heridas en cabeza, cuello, palmas de las manos, plantas de los pies, órganos sexuales y mamas, deben ser administradas las cinco dosis (los días 0, 3, 7, 14 y 28). En caso de que el animal no presente síntomas de rabia al día 14, no aplicar la cuarta dosis, suspender el tratamiento y terminar la observación.
A los familiares las recomendaciones son no vacunar a los animales que han agredido a personas, ya que esta operación puede alterar el período de observación. Llevar su mascota a vacunar contra la rabia anualmente, esterilizar o castrar a sus mascotas para ayudar a reducir el número de animales domésticos no deseados.
Además, limpiar la herida con abundante agua y jabón tan pronto se produce una mordida. También no sacrificar a los animales que han agredido a personas antes de concluir el período de observación de 15 días, a menos que experimenten signos compatibles con la rabia.
Lamentablemente, personal médico y población en sentido general tienen escasos conocimientos de los protocolos existentes para el tratamiento de diversas enfermedades, entre ellas la rabia humana.
Es hora de que esos instrumentos tan valiosos y necesarios para la prevención de enfermedades, pero principalmente para evitar muertes lamentables, sean sacados de las gavetas para darles una amplia difusión en la sociedad.
Ningún ser humano debería morir por la mordedura de un animal potencialmente transmisor del virus rábico, especialmente los tantos perros y gatos que se reproducen sin ningún control en las vías públicas, otro elemento al que las autoridades sanitarias deben poner especial atención, con masivas campañas de vacunación e incluso de castración en zonas donde proliferaban más los perros y gastos, responsables del 90% de los casos de rabia humana que se detectan.
Como la rabia humana es una enfermedad mortal en casi el 100% de los casos, la mejor arma contra ella seguirá siendo la prevención y la difusión amplia de los protocolos elaborados con la intención de que sean herramientas útiles, y no letra muerta, como al parecer ocurre actualmente.