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Juan Hernández: Un hombre noble

Murió Juan Hernández. Estando en la funeraria velando su cadáver, muchas personas se me acercaban a darme el pésame. Algunos me llegaron a preguntar si éramos familia y le respondía: “Más que familia, compadres y amigos”.

Aunque los dos somos de Santiago, empezamos en la Madre y Maestra, tuvimos profesores comunes, no nos conocimos sino en la Capital. El estudio en el liceo y yo en un colegio católico de franciscano. Él era de la Charcas de Santiago, mientras que yo era de un barrio, la Joya.

A finales de 1978, la Secretaría de Finanzas, dirigida por Manuel José Cabral, el Instituto Tecnológico de Santo Domingo y el Banco Interamericano de Desarrollo organizaron un curso de estudios tributarios para seleccionar profesionales y nombrarlos en la Secretaría y en la administración tributaria.

Cientos de profesionales aplicamos y sólo un grupo reducido logramos pasar el curso, ser escogidos y nombrados. Juan Hernández, Pedro Silverio y José Felipe Colón estaban en ese grupo. La dirección del grupo de la Secretaría recayó en Alfonso Abreu Collado y Julio Aybar.

A la llegada del Dr. Rafael Abinader a la Secretaría, entendió que se hacía necesario fortalecer la Dirección General del Impuesto sobre la Renta y debido a que Juan y yo habíamos trabajado en el Código Tributario y en la elaboración y difusión de la ley 74 del ITBI, nos pidió que nos fuéramos a la Renta a trabajar en la implementación del nuevo impuesto.

Esto nos permitió trabajar más juntos y fortalecer nuestros lazos de amistad.

Juan fue solicitado de nuevo por la Secretaría de Finanzas dirigida por Manuel Cocco para dirigir el Departamento de Informática.

Mientras que yo me quedaba en la Renta dirigiendo el ITBIS. Él posteriormente fue nombrado subsecretario de Finanzas. Para mediados del 1986 salimos del gobierno. Yo primero y él después.

Dábamos clases juntos. Escribimos un libro sobre el Código Tributario Dominicano.

Veíamos crecer a nuestros hijos. Las navidades y años nuevo siempre compartíamos; las fiestas en las Charcas: su papá Manono (EPD), doña Alsacia, su mamá; sus hermanos, Abel, Antonio, Luis, Luisa, América y Chago. Una sola familia.

Fuimos socios en una firma desde el año 1986 hasta el 1990, cuando mis obligaciones docentes y el haber sido designado asesor económico de la Cámara de Diputados me obligaron a dejarla. Y él continuó solo, convirtiéndola en una de las firmas tributarias más exitosas.

En 1995, Juan hizo importantes aportes al diseño de políticas públicas a la candidatura del doctor Leonel Fernández. Fue nombrado Director General del Impuesto sobre la Renta. Y después que el Presidente impulsó y promulgó la ley de la unificación de las direcciones de Impuesto sobre la Renta y de Rentas Internas, lo nombró director de la DGII y estuvo hasta el 2000, y posteriormente del 2004 al 2012.

Tengo en mi memoria el 8 de diciembre del 2010. Como todos los años, un grupo de amigos, casi todos economistas realizábamos un encuentro. Ese año fue el Club del Banco Central, me siento mal, me dijo, voy a Miami a ver al doctor Héctor Jiménez. famoso cardiólogo y amigo de los dos. Desde ese momento estuvo de médico en médico. Viajes frecuentes a chequeos a Boston. Nada lo hizo cambiar, siguió siendo el mismo: risueño, cariñoso, sensible, cercano, solidario, agudo, con mucho sentido común y trabajólico.

En los últimos meses nos reuníamos casi todas las semanas con un grupo de amigos a pasar revista a la situación económica del país, y siempre mantenía su excelente sentido del humor. La información de que lo habían trasladado a Boston nos sorprendió. No lo esperábamos. Nos manteníamos en contacto con Carlixto Gabriel, solidario y gran amigo. Con Chago (su hermano) y con Margaret su cuñada. La doctora Margarita Cedeño lo fue a ver. Todos estábamos convencidos de que de nuevo se iba a recuperar. Hasta que primero Chago y después Carlixto me llamaron para decirme lo noticia: Murió.

¿Qué resalto de la vida de Juan? Su capacidad profesional, sí; su sonrisa franca, también; sus dotes de buen conversador, correcto.

Pero por encima de todas esas cualidades, destaco la empatía; comprendía y entendía los problemas del otro, estaba siempre al lado de los débiles, era muy familiar, un gran amigo y un gran ser humano. Esto nos permite decir claro y alto para que se oiga: JUAN HERNÁNDEZ FUE UN HOMBRE NOBLE.

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