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EN PLURAL

En nombre de las víctimas

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Yvelisse Prats Ramírez de PérezSanto Domingo

Escribo tuits, y leo a muchos tuiteros. Ese intercambio virtual me permite tomar el pulso a este universo nuevo que a veces he entrado, un país donde se hace realidad el título aquel del libro de Galeano “El mundo al revés”.

Muchos no lo perciben así, porque flotan en un ambiente neutro, atontados por su anomia moral sumergidos, en su indiferencia.

Algunos porque tienen fortuna, y no les afecta el subibaja de los precio, otros, porque, egoístas de cunas, fariseos de vocación, dicen lamentar la situación de “otros”, pero no hacen nada por mejorarla no se dan cuenta de que tarde o temprano, su “dejar hacer, dejar pasar” costará, a todo el país y por tanto a ellos, un precio terriblemente caro. En una nación quebrada, fallida, todos sufriremos consecuencias de ese hundimiento que por acción o inacción hemos creado.

Como veedora atenta, una especie de vigía que percibe la realidad y que a la vez otea un porvenir que tal vez no viva, pero que acecha a mis descendientes, a los que amo tanto, me asusta mucho la noticia terrible, que sin embargo ha dejado a las autoridades seguir hablando de “Revolución educativa”: de cada 100 adolescente con 12 años del 6to grado -el último de primaria- OCHENTA Y OCHO, así con mayúscula, no entienden lo que leen. Por tanto, no leen, y por supuesto, NO APRENDEN.

Maestra y lectora como soy, las cuatro evaluaciones internacionales me aterraron.

Al principio creí, de buena fe, que el ministro de Educación reaccionaría, como es su responsabilidad, deteniendo los cambios incoherentes que se producen en la formación magisterial, y en la propia formación de los estudiantes, sacados de un sombrero de prestidigitadores, hoy un currículo, mañana otro diferente, cambios en la carrera magisterial, nombramientos que se dijo era por concurso y concluyen siendo ternas elegidas en el omnímodo despacho del titular.

El caso es tan grave, tan ominoso, que merece que se detenga cualquier otro nuevo proyecto o reforma del sistema educativo, aun cuando fuesen correctas y pertinentes.

Porque resulta que distribuir computadoras, que en esta época de digitalidad es pertinente, es imperativo, recordar que para usar dichas computadoras se requiere primero saber leer entendiendo lo que se lee.

He clamado, en artículos, entrevistas, reuniones, mis tuits lo han repetido hasta el cansancio, reclamando que Minerd reaccione ante esta crisis que involuciona la educación de un país que en su historia intelectual tiene uno de sus mejores capítulos en la literatura.

Nombres como: Gastón Deligne, Salomé Ureña y sus hijos Pedro, Max y Camila, Moreno Jiménez, Manuel Del Cabral, Pedro Mir, Andrés L. Mateo, Mateo Morrison, escritores, poetas de fuste, que pasarían a ser ignorados por una juventud que tanto necesita de conocer la belleza.

Desesperaba ya, cuando recibí la semana pasada un tuit que me devolvió el ánimo, “no todo está perdido, nosotros seguimos sus palabras”.

Esa persona que escribe así, que supongo debe ser joven. A lo mejor ha sido alumno de los Diplomados y Cursos que se imparten en el Instituto de Formación Política Dr. José Francisco Peña Gómez, donde laboro actualmente, o es simplemente un tuit con conciencia responsable, autónoma. Dios le pague ese tuit, que me lleva a creer que sigue valiendo la pena luchar porque el postmodernismo no se trague valores y virtudes, trocando, por ejemplo, la verdad de una nación al borde del analfabetismo absoluto, en las pos verdades de la Revolución Educativa y la República Digital.

Volver a pelear por ellos, los jóvenes dominicanos, identificar y cultivar con la simiente de un buen aprendizaje lector, tanta cosecha que aportar al presente y para el futuro dominicano.

He esperado, sin callar por supuesto mis reclamos, que el ministro se ocupe de lo esencial, dejando a un lado lo superfluo, cambial los t-shirt fue un “faux pas” como dicen los franceses, se adquieren en el exterior, caros, y no llegan oportunamente.

Lo esencial, lo que salta a la vista, son los 88 estudiantes de cada 100, que en vísperas de ingresar al bachillerato, “no entienden lo que leen, y por lo tanto no entienden”. Lo repito, con el dolor acrecentado por la indiferencia de quienes tienen la obligación insoslayable de confrontar esta catástrofe.

Las posverdades, esas que se difunden en costosísimos anuncios pagados, poniendo a niños y niñas a hablar mentiras, no ocultan la amenaza que pende, visible ya a través de las evaluaciones internacionales de que un país cuya capital fuera llamada otrora Atenas del nuevo mundo se convierta en una aldea poblada de analfabetos, algunos con computadora en las manos cuyo destino a lo mejor sea parar en una compra y venta.

En nombre de esas víctimas posibles, clamo por ayuda.

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