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En defensa de la libertad

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Francisco Domínguez BritoSanto Domingo

Se ha conmemorado recientemente el Día Internacional de los Derechos Humanos. Esto coincide con el 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que tuvo lugar en la ONU el 10 de diciembre de 1948. Mas, no se trata de la primera ni única iniciativa en esa dirección: ya en 1789, en pleno fragor de la Revolución Francesa, sus dirigentes habían proclamado que, “los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos” y que “solo la Ley le puede poner límites”.

Creo que el momento es propicio para compartir mis reflexiones sobre la libertad.

En los últimos años ha cobrado fuerza entre nuestra ciudadanía la idea de que solo “otro Trujillo” es capaz de resolver la pesarosa situación en que se encuentra nuestro país. Quienes así piensan alegan que, luego de más de medio siglo de vida democrática, problemas como el caos migratorio, la delincuencia y la corrupción no solo persisten, sino que se han agravado. Y tienen razón. Pero, empujados por la desesperanza, concluyen que hace falta una dictadura donde la democracia ha fracasado. Y se equivocan. La única dictadura capaz de resolver nuestros problemas es la dictadura de la Ley.

De todos es sabido que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. Y que la libertad es un tesoro que se añora solo cuando se ha perdido. Es por eso por lo que, a esta idealización de la Era de Trujillo, es por eso por lo que a este olvido o a esta justificación de sus horrendos e innumerables crímenes, hay que combatirlos con firmeza.

Lo que haré En primer lugar, estableceré cada 30 de mayo la celebración del Día de la Libertad. Cada 30 de mayo recordaremos los sufrimientos de las víctimas de Trujillo, celebraremos el arrojo de quienes se le opusieron y reafirmaremos nuestro compromiso de nunca más aceptar el yugo de otra dictadura. Francia, cuna -ya lo hemos dicho- de la Libertad y los Derechos Humanos, no solo celebra, cada 8 de mayo, la liberación de la ocupación nazi. Su fiesta patriótica más importante, la del 14 de julio, celebra la caída de la milenaria dictadura de los reyes franceses.

Ordenaré un programa nacional de construcción de monumentos, tarjas, placas y estatuas que honren, individual y colectivamente a las víctimas de la dictadura de Trujillo. El punto culminante del mismo será la confiscación y demolición del mausoleo de la familia Trujillo en el parisino cementerio de Pere Lachaise y la construcción en su lugar de un monumento a la memoria de sus víctimas.

Someteré una ley que castigue la apología de la dictadura de Trujillo. Una nueva dictadura no puede tener lugar sin frases como “hace falta otro Trujillo”. A la ambigüedad con la que hasta algunos candidatos presidenciales se refieren al más horrible régimen de nuestra historia debe aplicársele todo el peso de la Ley. Los europeos comprendieron que catástrofes de la magnitud de la Segunda Guerra Mundial o el exterminio de millones de seres humanos comienzan con frases, aparentemente inocentes, como esas. En Alemania, negar los crímenes nazis puede ser penado con hasta un año de cárcel.

Sobre todo, una vez gane la presidencia, lucharé con ahínco en el fortalecimiento de nuestra democracia y combatiré el caos migratorio, la corrupción y la violencia. Sin este caldo de cultivo, ningún espejismo dictatorial puede prosperar.

A diferencia de trujillistas y neotrujillistas, que solo hablan, actuaré. Y a diferencia de los extremistas de derecha de viejo y nuevo cuño, me basaré en la Ley y no en el odio.

Ya lo dijo Maya Angelou: “El odio ha causado muchos problemas, pero todavía no ha resuelto ninguno”.

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