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FE Y ACONTECER

“Preparen el camino del Señor”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

Segundo Domingo de Adviento - 9 de diciembre, 2018

a) Del libro del profeta Baruc 5, 1-9.

La primera lectura de este domingo está tomada del último capítulo de Baruc, hijo de Nerías, discípulo y secretario de Jeremías, que desempeñó un papel importante en su vida y obra. El libro está ambientado en el exilio de Babilonia, pero pudo ser escrito en el siglo II a.C. En los cinco capítulos describe la desolación de Jerusalén y la ruina del templo y de su pueblo, el extremo de miseria y calamidades a que fueron reducidos los judíos. Después pide perdón y ruega que Dios ponga fín a aquellos trabajos, consolando a su pueblo, al que invita al arrepentimiento.

El pasaje citado para el II domingo de Adviento, es el canto triunfal de los tiempos mesiánicos. Vestirse con esplendor de gloria, la que desde el Éxodo quedó identificada con Yahvéh: ceñirse el manto de justicia, imagen real que garantice un orden social justo y una armoniosa convivencia entre los ciudadanos y con el Señor; coronada de gloria eterna, la que le rendirán todos los pueblos, para siempre, al contemplar su reino de verdad, de justicia y de paz.

Forzando los tiempos con su anhelo de salvación, el profeta quiere ver ya a Jerusalén levantada, restaurada, sobre la altura de Sión oteando a su alrededor y contemplando a todos sus hijos, venir a ella desde los cuatro puntos cardinales. Cristo en su momento, repetirá que cuando fuere levantado en alto atraería a todos hacia sí. El profeta, finalmente, hace volver a todos los exiliados, “traídos con gloria por el Señor, como llevados en carroza realÖ para que Israel camine con seguridad, guiado por la gloria de Dios” (vv. 6-7).

b) De la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses, 1, 8-11.

Esta carta es, desde el principio, muy personal y nos ilustra un aspecto humano muy importante del apostolado de San Pablo, la amistad que le unía a sus evangelizados, siguiendo el ejemplo de Jesús: “a ustedes los llamo amigos”. La acción de gracias acostumbrada se entremezcla con la súplica, en un tono afectuoso y cordial. Los sentimientos de gozo, cariño, confianza y añoranza dominan las relaciones de San Pablo con los filipenses.

San Pablo sostiene que siempre que se acuerda de ellos da gracias y los encomienda a Dios con alegría, siendo el motivo de su gozo que ellos no sólo han aceptado el Evangelio, sino que han colaborado con él en su propagación “desde el primer día hasta hoy”. Por esto reza y confía que Dios culminará la obra tan buena que ha comenzado en ellos, cuando llegue “el día de Cristo Jesús, la parusía o su venida gloriosa al final de los tiempos”. El apóstol tiene siempre ante sus ojos el día del Señor, como la fuerza que guía todos los pasos de su vida apostólica.

c) Del Evangelio según Lucas: 3, 1-6.

San Lucas se presenta como un historiador al mejor estilo griego, cuidadoso en consultar sus fuentes y exponer los hechos. Sin dejar de proclamar la fe, intenta hacer una obra de historiador. Sabe recoger y ordenar los datos de los acontecimientos que le interesa narrar. Entrelaza su relato con fechas de la historiografía secular, colocando así la misión de Jesús en el amplio marco de los acontecimientos del imperio romano.

Aunque los Evangelios no son acta histórica de la vida de Jesús, tienen como base y contenido la existencia, actividad y doctrina de una persona que se llamó Jesús de Nazaret que vivió en un espacio determinado y en un momento histórico. San Lucas combina la historia de la salvación con la historia humana, detalla el momento de la historia política internacional (romana) y nacional (judía), que constituye el encuadre temporal en que la palabra eterna de Dios entra en acción por boca de Juan el Bautista.

Juan recorría toda la comarca del Jordán predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Este es el resumen de su actividad y mensaje. Tanto Lucas, como Mateo y Marcos, citan a Isaías para hacer ver en la persona y predicación de Juan, la conexión con el pasado del pueblo judío del Antiguo Testamento y su larga espera mesiánica que ya empieza a cumplirse.

El Bautista predica y administra el bautismo de agua, que además de ser anticipo, anuncio del bautismo del Espíritu, es signo de la conversión que pide la palabra de Dios como respuesta del hombre. El texto de Isaías de que habla el Señor, y que se repite en boca del Bautista, clama abiertamente por cambios sustanciales en la geografía del desierto, entiéndase en nuestro paisaje interior y exterior, es decir, pide conversión individual y estructural, personal y social.

Asimismo, anuncia el cambio revolucionario de la conversión perenne y la conversión es condición para la liberación. La labor que se nos propone para preparar el camino del Señor significa: rebajar la soberbia, origen de todos los pecados, mediante la humildad y el reconocimiento de nuestra condición de pecadores; levantar por la esperanza los ánimos decaídos. La proyección social de la conversión significa rebajar las desigualdades injustas y levantar los derechos humanos.

El Adviento nos recuerda los valores esenciales: conversión del corazón, amor sin fronteras, fraternidad, sensibilidad social y pasión por la justicia. Pero nada de esto es posible sin el amor a Dios y al prójimo. Fue la gente sencilla del pueblo judío la que mejor respondió al llamado de conversión que urgía Juan. Una vez más se demuestra que los sencillos son los destinatarios aventajados del Evangelio y de la sabiduría de Dios. En este tiempo especial del Adviento trabajemos en nuestra conversión personal, el cambio del corazón, de mentalidad y conducta, preparemos el camino del Señor.

Fuente: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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