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PASADO Y PRESENTE

La muerte intermitente de Johnny Abbes García

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Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

José Saramago, en “Las intermitencias de la muerte”, habla de un país -cuyo nombre no menciona- en el que La Muerte, al parecer aburrida de su rutinaria misión, decidió hacer una travesura y cierto día suspendió su trabajo letal y la gente sencillamente dejó de morir... Por más inverosímil y fantasiosa que parezca esa historia de Saramago, se diría que un episodio parecido sucedió en Haití hacia 1967, y que una de las personas beneficiadas por La Parca resultó ser Johnny Abbes García, otrora jefe del Servicio de Inteligencia Militar de la dictadura trujillista.

Un misterio. En el mes de junio de 1961, Abbes García abandonó Santo Domingo con destino a Japón, para desempeñar una función diplomática. No permaneció mucho tiempo en Tokio, pues al siguiente año se le vio en París, en donde se reunió con Ramfis Trujillo (y luego hizo lo mismo con Radhamés Trujillo), con el propósito de urdir alguna trama política que les permitiera a los trujillistas recuperar el control del poder político, militar y económico en la República Dominicana. A principios de mayo de 1966, Johnny Abbes García, quien años antes se había hecho algunos cambios faciales por medio de una cirugía plástica, se había radicado en Haití. Orlando Inoa es de opinión que después de 1961 la trayectoria de ese siniestro personaje no está totalmente clara, aun cuando consigna que él mismo murió en el vecino país en 1967. Medio siglo después ha causado cierto revuelo la noticia ofrecida por el licenciado Tony Raful, según la cual Johnny Abbes no murió entonces, sino que está “vivito y coleando” y, mucho más sorprendente todavía, es que reside en New York, en donde se desplaza libremente, acaso entre la comunidad dominicana del alto Manhattan, oculto bajo una falsa identidad.

Sobre su muerte. En 1967 la prensa dominicana, y el periódico “El Tiempo”, de Nueva York, publicaron reseñas noticiosas dando cuenta de las misteriosas circunstancias en que Johnny Abbes y su familia fueron asesinados en Haití por miembros de la tenebrosa policía secreta de los Ton Ton Macoutes, porque supuestamente estaba involucrado en una conspiración para derrocar al dictador Francois Duvalier. En 1984 el expresidente de la República, Joaquín Balaguer, publicó un apasionante estudio sobre las guerras civiles dominicanas durante el período 1867-1916 titulado “Los carpinteros”, y en una de cuyas disgresiones históricas el autor se refiere a las circunstancias que en 1967 rodearon la muerte de Johnny Abbes García, de quien se sabía que no solo trabajaba para los servicios de inteligencia haitianos, sino que también había exteriorizado su propósito de lograr la eliminación física del propio Balaguer.

La versión de Balaguer. A continuación, la versión ofrecida por Joaquín Balaguer, en la primera edición de “Los carpinteros” (Pp.191-2): “En Puerto Príncipe [Abbes García] se dedicó a conspirar contra el gobierno duvalierista. Un día la Gestapo haitiana dirigida a la sazón por el coronel Luc Desir, detectó esas actividades y varios de sus agentes se presentaron en la casa en que el fugitivo vivía con su familia, compuesta por su mujer y dos niñas, la mayor de cinco y la más pequeña de dos años. La visita tuvo lugar en la tarde del 30 de mayo de 1967. Hicieron que tanto la esposa como las niñas sustituyeran las prendas de vestir que en ese momento usaban por otras propias para la playa. Dispusieron luego que Johnny Abbes García subiera a su automóvil juntamente con su mujer y sus pequeñas hijas. La sirvienta fue obligada también a ocupar un asiento en el vehículo. El automóvil, conducido por un “Ton Ton Macute”, se puso en marcha, seguido discretamente por otro del servicio de inteligencia. La caravana se internó en la carretera que une a Puerto Príncipe con el Norte. Al llegar a las próximidades de uno de los precipicios que bordean esa vía, ambos carros se detuvieron.

“-Hemos llegado, dijo el oficial haitiano encarándose a Johnny Abbes, al fin de esta excursión. Encomiéndese a Dios.

“Johnny Abbes comprendió que su final había llegado. Antes de que se consumara el acto pidió por la vida de sus hijas y por la de su mujer. Encareció la inocencia de las niñas e intentó inútilmente conmover al oficial haitiano.

“-Piense, le dijo este secamente, en las veces en que usted tuvo que dirigir esa misma clase de servicio. Dispóngase a morir y consuélese con la idea de que no deja a sus pequeñas hijas desamparadas”.

Balaguer concluyó su relato de esta manera: “Los periódicos, al siguiente día, reseñaron el caso como un accidente fatal en que había perecido, tras un día de playa, una familia dominicana residente en Puerto Príncipe desde hacía varios meses.” Continuaré con el tema...

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