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FE Y ACONTECER

“Estén siempre despiertos, para mantenerse en pie ante el Hijo del Hombre”

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CARDENAL NICOLÁS DE JESÚS LÓPEZ RODRÍGUEZSanto Domingo

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario - 18 de noviembre, 2018

a) De la profecía de Daniel 12, 1-3. Con el libro de Daniel (cuyo nombre en hebreo significa “Dios es mi juez”), se introduce en el Antiguo Testamento, el género literario “apocalíptico”. Este libro fue admitido en el canon judío de las Escrituras, en el apartado de “Escritos” diversos.

En realidad, Daniel es el único escrito apocalíptico, entre muchos, considerado como inspirado por Dios. En las versiones griega y latina y en la tradición cristiana, Daniel figura como uno de los cuatro profetas mayores. El género apocalíptico es heredero del profético, surge cuando la profecía estaba extinguida. La visión apocalíptica de Daniel sitúa el triunfo de los justos detrás de un juicio.

Daniel intuye que al conocido mundo de injusticia le sucederá un orden nuevo en que los pobres del Señor tengan vida en plenitud. Por primera vez en todo el Antiguo Testamento se nos asegura, con inspirada garantía, la resurrección de los muertos. Sin embargo, será Jesús quien más adelante hablará con toda claridad de la resurrección de los muertos, que era negada por los saduceos. Al hablar de que “los sabios brillarán como el fulgor del firmamento”, recordemos que en su momento San Pablo acudirá a esta comparación para contrastar la diferencia entre los escogidos.

b) De la Carta a los Hebreos 10, 11-14.18. La carta a los hebreos alterna la exposición con la exhortación; desde su sublime altura doctrinal, el autor contempla admirables y grandiosas correspondencias. Su tema principal es el sacerdocio de Jesucristo y el consiguiente culto cristiano. Jesús es el mediador de una alianza nueva y mejor, anunciada ya por Jeremías. Su sacrificio, es diverso, único y definitivo; inaugura, ya para siempre, la perfecta mediación de quien es, por una parte, verdadero Hijo de Dios y, por otra, verdadero hombre que conoce y asume la fragilidad humana en su condición mortal.

c) Del Evangelio según San Marcos 13, 24-32. En el penúltimo domingo del Año litúrgico encontramos el tema escatológico que, conforme a la tradición bíblica, es tratado en lenguaje apocalíptico. San Marcos dedica el capítulo 13 de su evangelio al discurso escatológico de Jesús.

El evangelista nos relata este domingo la parusía, la segunda venida de Jesús al final de los tiempos. La conmoción cósmica, a que hace referencia el evangelista, es típica de la profecía y de la apocalíptica para introducir las grandes intervenciones de Dios y darle un giro a la historia. La parusía se presenta como el día de la gran reunión de todo el pueblo de Dios; por esto, no puede ser un día de miedo sino de alegría.

Para un cristiano todo lo que hay de catastrófico en el mundo tiene un sentido positivo y esperanzador: el alumbramiento de un mundo nuevo y de una nueva creación. No olvidemos que estamos celebrando mañana el trigésimo tercer domingo del tiempo Ordinario, esto significa que el próximo domingo celebraremos la solemnidad de Cristo Rey del Universo, con la cual clausuramos las celebraciones de este año litúrgico para dar paso al nuevo año litúrgico que se inicia con el Adviento o sea la celebración de la llegada de Jesús.

El Evangelio de hoy, repito, el penúltimo del año litúrgico, es el texto clásico sobre el fin del mundo. Estas son las palabras de San Marcos: “En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces, verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad”. En cuanto al día que esto sucederá, a pesar de todos los falsos profetas que aparecen cada cierto tiempo, recordemos las palabras de Jesús: “El día y la hora nadie la sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre”.

Es una parte llena de imágenes y citas del Antiguo Testamento con una descripción apocalíptica. Se resalta la profunda conmoción que la venida del Hijo del hombre causará en los seres humanos, en la historia y en la creación. La parábola de la higuera para encarecer el discernimiento y la espera vigilante. La ignorancia total de esa segunda venida de Jesucristo descalifica toda curiosidad, todo milenarismo y toda especulación adventista. El mismo signo de la higuera que despunta no es indicio de terror, sino de salvación que trae el Señor. Él reunirá en su reino, desde los cuatro puntos cardinales, la asamblea universal de sus elegidos.

El lenguaje apocalíptico constituye un género literario bíblico, frecuente en ambos Testamentos. Por ejemplo, lo encontramos en Ezequiel, Isaías, Zacarías, el libro de Daniel, los discursos escatológicos de los Sinópticos, en San Pablo (1 y 2 Tesalonicenses) y finalmente el Apocalipsis de San Juan.

No hay que dar valor literal a cada detalle y fenómeno cósmico en las descripciones apocalípticas. Este lenguaje es simbólico, al servicio de una idea base: el mundo no es eterno, tendrá fin junto con la humanidad, a la que se ofrece la salvación de Dios. El primero y los últimos domingos de cada año litúrgico están ambientados mediante la lectura de textos apocalípticos del discurso escatológico de Jesús.

En los tres Sinópticos la venida de Jesús y el juicio final constituyen un evento positivo, cósmico y universal sin dejar de ser personal. No es anuncio de terror sino de liberación y esperanza vigilante. De la transformación cósmica y del juicio del Señor surgirán el nuevo cielo y la nueva tierra que esperamos, donde habite la justicia y la paz mesiánicas. En este tiempo de la Iglesia, que espera y prepara la segunda venida del Señor, el papel de la fe, alertada por la vigilancia, es descubrir a Dios que está viniendo constantemente al mundo de los humanos para salvarlos porque los ama.

Fuente: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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