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PASADO Y PRESENTE

Acerca de nuestras personalidades ilustres

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Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

El tema del héroe. En la tradición política y cultural dominicana hay un tema que rara vez concita una ponderada consideración por parte de políticos, escritores e intelectuales: me refiero a la cuestión del héroe en la historia dominicana. Cada epopeya histórica genera héroes, antihéroes, próceres y mártires en función de sus aportes, proezas, sacrificios, excesos y errores. Así, en diferentes gestas del devenir de nuestra historia republicana, es lícito encontrar personalidades extraordinarias en los procesos de la independencia nacional y la guerra dominico-haitiana, la guerra de la restauración, la dictadura lilisista, la resistencia nacionalista durante la primera intervención militar norteamericana (1916-1924), la lucha contra la dictadura trujillista, y, posteriormente, en la guerra patria de abril de 1965, acaso el acontecimiento político-militar de mayor proyección internacional durante la segunda mitad del siglo XX dominicano.

Grandes personalidades. No había nacido el Estado dominicano cuando, hacia 1840, ya el escocés Thomas Carlyle comenzaba a desarrollar su teoría acerca de las grandes personalidades y del papel que estas desempeñan en el curso de los acontecimientos históricos. Un decenio después el norteamericano Ralph Emerson, en sintonía con los preceptos de Carlyle, también publicó un notable ensayo acerca de los grandes conductores de pueblos y arquetipos del pensamiento elevados a la categoría de héroes. Por lo general, esas personalidades singularmente dotadas son seleccionadas “a posteriori” de los acontecimientos, sobre todo cuando ya el tiempo ha sepultado las pasiones políticas inherentes a la época en la cual tuvieron un papel de primer orden. En el siglo XIX, José Gabriel García y Fernando A. Meriño, autores de los primeros textos escolares de historia patria, fueron los primeros en resaltar, ora en el campo de la guerra, de la administración pública o del pensamiento, la singular contribución de quienes hicieron posible la independencia nacional y también de aquellos personajes que contribuyeron a preservar la República de Febrero. Después, oficialmente se empezó a aplicar un mecanismo o procedimiento “ad hoc” para seleccionar los nombres de aquellos difuntos ilustres que debían ser incluidos en un lugar solemne y de carácter religioso con el fin de que las generaciones del porvenir rememoraran sus hazañas en favor de la dominicanidad y del engrandecimiento de la Patria.

Capilla de los Inmortales. En la Santa Basílica Catedral Metropolitana de Nuestra Señora Santa María de la Encarnación, Primada de América, hay 14 capillas laterales, una de las cuales fue escogida -en la segunda mitad del siglo XIX- para albergar los restos mortales de los héroes, próceres y mártires de la República. A principios de abril de 1875, durante la segunda administración del general Ignacio María González, los restos del prócer y fundador de la República Francisco del Rosario Sánchez fueron exhumados del cementerio de San Juan y trasladados a la ciudad de Santo Domingo para ser inhumados en la Catedral Primada de América. Nueve años después, el 27 de febrero de 1884, durante el bienio que presidió Ulises Heureaux (Lilís), fueron trasladados al país los restos del general Juan Pablo Duarte, que se hallaban en Caracas, y sepultados en la Catedral. Siete años después, en plena dictadura del general Ulises Heureaux (Lilís), fueron trasladados desde Santiago los restos de Ramón Matías Mella y también inhumados en la Catedral, junto a los restos de Duarte y Sánchez. Andando el tiempo, el pueblo comenzó a identificar esa capilla con el nombre de “Capilla de los Inmortales”.

La tríada inmortal. La circunstancia de que los primeros restos de personas ilustres en descansar en la Capilla de los Inmortales fueran los de Duarte, Sánchez y Mella, debió haber influido en la psiquis de Lilís para conjurar la célebre polémica pública que se suscitó en el último decenio del siglo XIX en torno a cuál de ellos tres era a quien correspondía el título de principal fundador de la República (en realidad, el debate fue protagonizado mayormente entre “sanchistas” y “duartistas”). La Resolución No. 3392, del 17 de abril de 1894, dispuso la construcción de un monumento alegórico a la independencia que tuviera grabados los nombres de esos tres esclarecidos próceres debido a que “Mella, Duarte y Sánchez merecen, por virtud de la principal participación que tuvieron en la propaganda y realización de la idea redentora, pasar a la posteridad, conservando en ella la personificación del ideal patriótico que confundió a los tres próceres en una aspiración común y única...” Aun cuando entonces no pudo erigirse el “monumento alegórico a la independencia”, lo cierto es que con los restos mortales de Duarte, Sánchez y Mella se inició la Capilla de los Inmortales, precursora del actual Panteón de la Patria...

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