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¿Por quién doblan las campanas?

“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti.” (John Donne)

La cita de John Donne encabeza la gran novela de Ernest Hemingway, “Por quién doblan las campanas” publicada en 1940, y que sigue constituyendo una de las más formidables obras escritas sobre la guerra civil española, donde el escritor norteamericano estuvo presente como corresponsal de guerra, en medio del laberinto de la muerte, narrando una historia conmovedora de amor. La cita es oportuna en todo tiempo y edad. Acaba de morir el periodista Cesar Medina, y en esa libertad irresponsable de decir todo lo que se le antoja al circo digital de las redes, he visto opiniones mal formuladas, peores escritas, pero sobre todo llenas de un odio visceral que convierte a quienes las suscriben en exactamente su contrario, es decir asumen en la práctica lo que dicen rechazar. Conocí a Cesar Medina en los años 70 del siglo pasado y desde el principio mantuvimos una amistad respetuosa que perduró de manera inalterable, a pesar de las diferencias coyunturales, hasta su muerte. Coincidimos plenamente en la lucha contra la represión política, las ejecuciones de los “escuadrones de la muerte” que liquidaron a gran parte de la juventud dominicana, sensible y progresista que luchaba por las libertades y una sociedad justa. En esa batalla que el Partido Revolucionario Dominicano continuó luego de la fatal división de nuestra organización, con la salida del profesor Juan Bosch y la creación del Partido de la Liberación Dominicana, ruptura entre Bosch y José Francisco Peña Gómez, que nunca debió producirse, Cesar colaboró con nosotros y la victoria del presidente Antonio Guzmán en 1978. Digo colaboró, no que militó, y puedo decirlo porque estuve al frente de la Secretaria Nacional de Prensa y Propaganda en esa jornada. Con el triunfo del “cambio sin violencia”, Cesar pasó a dirigir las relaciones públicas de la Secretaría de Agricultura, que encabezó Hipólito Mejía. Acompañé a Hatuey Decamps en la dirección de Radio Televisión Dominicana como Sub Director, y le abrimos un espacio diario a las informaciones del sector agropecuario. Tengo en mi poder varias fotografías de Cesar conmigo y Hatuey, dando datos sobre la exitosa política en el campo del Presidente Guzmán. Luego en las luchas internas del PRD, el debate sobre las precandidaturas presidenciables arropó al país. El PRD se convirtió no solamente en una poderos maquinaria política electoral, sino que logró que sus debates y escogencias fuera de interés colectivo. No hubo que ser perredeista para simpatizar por sus líderes o precandidatos. Parecía que una suerte como la del Partido Revolucionario Institucional de México, le correspondía ahora en otro escenario al partido de la bandera blanca y del “jacho prendido”, me refiero a que inauguraba un largo trecho de gobiernos sucesivos del PRD en la dirección de la cosa pública. Pero el azar, esa categoría histórica imprevisible y aleatoria, quiso que le correspondiera esa sucesión indefinida en el poder, al nuevo partido creado por el profesor Juan Bosch, como diferenciación ideológica del viejo modelo partidista social demócrata, aunque al final la propia historia haciendo cabriolas inusitadas, situaría a los dos partidos en un mismo carril de desengaños y frustraciones. Cesar Medina colaboró intensamente con el Lic. Jacobo Majluta en la medida en que continuaba su trabajo profesional como comunicador en los diarios nacionales. Recuerdo ahora y siempre se lo recordé a Cesar, la vez aquella que conversando con Majluta, éste le dijo a Cesar, cuando parecía inminente su victoria electoral en 1986, que su primer decreto como presidente, era nombrarme a mí, con un cargo insólito, el de esperarlo todos los días en el despacho presidencial para decirle al presidente, cuando llegara al Palacio Nacional, “recuerde presidente, que usted es un simple mortal”, todo esto decía Majluta, para adelantarse a los informes de los servicios de inteligencia y la tradicional chismografía y polilla palaciega que muchas veces cambia el carácter y las actuaciones de los gobernantes. En 1994 cuando era visible el escandaloso fraude electoral que le arrebató a José Francisco Peña Gómez la victoria que había obtenido, la misma noche del 16 de mayo, Cesar se apersonó a la oficina donde un grupo de compañeros rodeábamos a Peña Gómez, para darnos informaciones muy valiosas y manifestarnos su disposición a que se respetaran los resultados electorales. Al frente de su escuchado programa “Hoy Mismo” fui un invitado permanente y siempre nos manejamos con mucho respeto a pesar de las diferencias. Un día me llamó para decirme que quería que Faride participara permanentemente en su programa. Le dije que aunque era una decisión de ella, entendía que Faride se había trazado un destino político, y creía que no lo iba a aceptar. Cuando estuvo como Embajador en Chile y regresó por unos días a Santo Domingo, me dijo que había pensado mucho en mí en Chile, por el peso cultural de esa nación, y cuando visitó la casa de Pablo Neruda en “Isla Negra”. Ese era Cesar Medina, del que fui amigo a pesar de las contradicciones e ideas distintas en el terreno político. Nuestro último contacto fue, ya victima de su enfermedad, cuando le envié mi reciente obra, “La rapsodia del Crimen”, me mandó a decir que lo estaba esperando por minutos. Ante su muerte quise escribir estas notas que me salen del alma.

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