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Guerra de supermercados

Los supermercados están mostrando sus garras. La agresividad y la diversidad de sus promociones, la intensidad de sus esfuerzos publicitarios, los horarios de servicios que están implementando, la cantidad de sucursales que están abriendo, en fin, ese gran ruido que están provocando con sus acciones de todo tipo, apuntan a una guerra descomunal en la categoría.

Y de esta batalla mercadológica a la que asistimos y de la que somos protagonistas y testigos a la vez, quien más se beneficia es el público.

Esto así, porque la batalla se está apoyando, primordialmente, en una estrategia de precio para provocar altos tráficos en los establecimientos. Pero también está acercando los supermercados a la casa. No hay sector de la ciudad capital y del Gran Santo Domingo que no tenga un negocio de estos cerca. Lo propio sucede en otras ciudades del interior.

Y en medio de esta gran conflagración comercial, advertimos que los más grandes, los de mayor tamaño y tradición, les están cayendo atrás a los más jóvenes.

Cuando los líderes copian a los que no lo son, la percepción es que se están dejando ganar la batalla.

Antes, la guerra del marketing era entre cerveceros, entre roneros, entre tiendas de ropa de vestir. Ahora la guerra es entre supermercados. Una categoría que por tener la ventaja de ser canal vital para la mayoría de las marcas, goza de privilegios que terminan haciéndolos poderosos en el diseño de promociones grandiosas y en sus pautas de prensa, radio y TV.

Además de los grandes especiales que están fijos semanalmente, de los descuentos, de los concursos, de los 2 x 1, de las promos cruzadas, etc., no hay motivo social, histórico, de temporada o de festividad alguna que no sea aprovechada inteligentemente por los súper para hacer de ella un motivo promocional útil.

Esta superguerra de los súper también es un reflejo del crecimiento de este renglón y de lo apetecible que resulta para la categoría ese público. Porque la verdad es que la población puede prescindir de muchas cosas, pero nunca de ir al supermercado a comprar qué comer. No es un lujo. Es una necesidad.

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