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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Alejandro III y el tercer concilio laterano (1179)

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Durante el pontificado de Alejandro III (1159 - 1181) encontramos varios elementos que nos ayudan a comprender el liderazgo eclesial y la misma Iglesia durante el siglo XII. Orlando Bandinelli, papa Alejadnro III, era un afamado jurista de la Universidad de Bolonia, empapado en los escritos de Graciano y el pensamiento de Abelardo. Fungió como el principal consejero del papa Adriano IV (1154 - 1159) apoyándolo en su simpatía por los normandos del sur de Italia y su animadversión por las intromisiones del Emperador Federico Barbarroja. Ya vimos, cómo muerto Adriano IV, los partidarios del emperador promovieron con violencia a su candidato que tomó el nombre de Víctor IV. Alejandro III había sido elegido por la mayoría, pero ante la fuerza de la facción de Víctor IV tuvo que refugiarse en una fortaleza del Vaticano, para ser luego consagrado papa en un pueblito.

Barbarroja asumió ahora el papel de protector de la Iglesia y convocó en el 1160 un sínodo en Pavía, cual Maduro medieval, al sínodo solo tenían derecho a asistir los partidarios de Víctor IV, que por supuesto lo confirmaron.

Alejandro III y sus partidarios rehusaron el fallo del concilio de Barbarroja blandiendo el principio: “la primera sede no es juzgada por nadie”. Barbarroja pretendía regir la cristiandad como dirigía su imperio. Quería amarrar al clero de Occidente con soga corta. Como vimos, derrotado en Legnano (1176) tuvo que firmar la paz de Venecia (1177). Barbarroja abandonó a su antipapa y ahora Alejandro III reunió en 1179 el tercer concilio ecuménico laterano, al cual asistieron por lo menos 300 obispos, la mitad de los cuales procedían de Italia.

El asunto más relevante enfrentado por el concilio fue la elección papal. Hemos visto cómo la falta de claridad en los procedimientos ocasionó los cismas papales de 1130 y de 1159. Todavía se esperaba que la elección fuera unánime, pero si no lo era, se aceptaba que la mayoría se impusiera. De hecho, se imponía el bando con mayor influencia. Para las elecciones episcopales, servía de árbitro el metropolita, pero, ¿quién sería el árbitro para las elecciones papales? Se estableció, que sería electo quien alcanzara la mayoría de dos tercios. Así se evitaba una elección doble simultánea.

Ya este concilio aprobó medidas, que de haber sido aplicadas le hubieran evitado varios desastres a la Iglesia Católica. Fueron condenadas las excomuniones abusivas. Todavía las emplearían los papas del siglo XVI, Julio II (1503 - 1513) entre otros. Se prohibían de nuevo las exigencias de dinero por la administración de sacramentos o por ser enterrado en una iglesia. Por primera vez se condenaba la práctica abominable de acumular beneficios eclesiásticos, pero esa norma tampoco se cumplió. Todavía en 1513 Alberto de Brandeburgo era al mismo tiempo Arzobispo de Magdeburgo y administrador de Halberstad. El concilio tomó la medida humanitaria de poner a disposición de los leprosos algunas iglesias. Se atacó la usura y se aprobaron varias disposiciones contra los torneos en los cuales muchos contendientes perdían la vida. Se aprobaron más medidas para fortalecer la llamada “tregua de Dios”, días en los cuales no se podía ir a la guerra bajo pena de excomunión. Quedaba excomulgado todo aquél que les vendiera a los sarracenos, armas, hierro y madera; todo lo que pudiera ser empleado en construir naves. Pero se quedó como tantas leyes de un lindo país del Caribe: en letra muerta. El camino de doce kilómetros por el cual Mohamed II movió 70 navíos turcos para cerrar el asedio de Constantinopla en 1453, ¡fue construido con técnica y personal veneciano!

El concilio laterano tercero ahondaba las medidas discriminatorias contra los judíos nacidas al calor de las cruzadas: ningún judío podía “tener siervos o siervas cristianos” (Schatz, 1999: 104 - 105). Barbarroja asustó al papa, su nieto sería peor.

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

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