ORLANDO DICE

La Ley Electoral

UNO: DEJADA EN EL CAMINO.- Los partidos dejaron la Ley Electoral atrás aun cuando sabían que iba junta a la propia e incluso que debía ser primero y más importante. Orgánica y sobre todo que era el completivo adecuado a la Constitución del 2010, o del 2015, según el gusto. Ahora la ponen sobre el tapete, y lo hace la comisión bilateral (de senadores y diputados ) como si fuera parte del mismo trabajo o tarea pendiente. Nadie protesta el empoderamiento ni recuerda que ese núcleo no es confiable, pues solo sabe perder tiempo y crear obstáculos. Del perro huevero…, dicen, pero igual del incompetente que cuando lo es una vez, lo sigue siendo siempre.

Lo justo, se entiende a distancia, era reconsiderar lo que una vez se pensó era la fórmula ideal, perfecta. El consenso legislativo. La aprobación de la Ley Electoral debe ser pronta, no expedita, pero sí ir por camino asfaltado y no por gravilla o terreno movedizo. La experiencia debe servir para algo, y una debería ser corregir lo que fue mal hecho. La Ley de Partidos se tardó tanto, y estuvo al tris de quedarse noqueada en la lona, porque no se asumió con la seriedad debida y la consecuencia de lugar. Tanto huir de las imputaciones y descalificaciones y al final todo terminó en imputaciones y descalificaciones…

DOS: URGENCIAS ANTE OTRO ALTAR.- La advertencia vale porque se vuelve con el juego anterior de rezar ante el altar equivocado.

Los políticos empiezan a urgir la aprobación como si fuera un asunto ajeno y que dependiera de otros. Conviene decir que la Ley Electoral sale del mismo vientre y tendrá igual padre que la de Partidos, pero con concepción diferente. La de partidos fue obra de la Junta Central Electoral pasada, que la trabajó como cosa suya, aunque realizó seminarios e invitó a expertos internacionales para analizarla.

La Electoral fue elaborada por la OEA o con la OEA que envió una comisión de especialistas que hizo propuestas y fue clave en su redacción. Los méritos saltan a la vista y la salvan de las perversidades del medio. Aunque su origen extranjero y habérsela considerado en un plano ideal, sin tener en cuenta los avatares electorales del pasado o la idiosincrasia política del dominicano, podría crear dificultades al momento de conocerla, aprobarla y aplicarla. Podría ser demasiado, excesiva, pensando que el político dominicano reniega de lo perfecto y no renuncia a sus mañas. Si con mañoserías levantó su democracia, ¿a qué ahora dejarlo todo en manos de una ley de la que no se tiene seguridades de que sea un instrumento idóneo? A la Junta Central Electoral la quiere todo el mundo a su favor, pero igual de los integrantes recelan todos los partidos y los políticos…

TRES: ASUNTO DE CUCHILLAS.- Todavía no afloran las diferencias entre los partidos o dentro de los partidos, pero se recuerda que para la Ley de Partidos hubo de transigirse entre partidos y que los principales inconvenientes fueron producto de la mala convivencia interna. Las primarias abiertas y cerradas de Danilo Medina y Leonel Fernández, un pulso que al parecer sigue pendiente. El PLD aun no habla, y de seguro que lo hará, aunque desde ya debe inquietar que esa legislación o ese tema no haya sido tratado en el comité Político. Cuando sea se verán de nuevo las teorías de Fernández y la conveniencia de Medina. El panorama no será miel sobre hojuela, si como sucedió con la Ley de Partidos, con la Electoral el partido de gobierno volverá a ser decisivo. La experiencia reciente lo dice todo, o lo confirma. 17 años le costó al PLD pasar o dejar pasar la Ley de Partidos. La Ley Electoral pesa más y podría ser un obstáculo tremendo para un sector político que aspira o asume un poder absoluto. La Ley Electoral impone controles diversos, incluso algunos necios, y las ventajas que se derivan del ejercicio de gobierno podrían no aprovechar al candidato o los candidatos oficialistas. En la disputa interna podrían existir, pero tal vez no cuando la situación sea de riesgo para mantenerse en el poder. No se quiera, ni se crea, ni se espere que los peledeístas vayan a afilar cuchillas para su garganta…

CUATRO: PROCESO CALIMOCHO.- ¿Puede la Junta Central Electoral esperar que la comisión bicameral haga lo mismo que con la Ley de Partidos, dar vueltas y más vueltas sin marear ni siquiera a la perdiz? El organismo o su presidente Julio César Castaños hizo advertencias cuando la Ley de Partidos, y trabaja afanosamente en el reglamento, pero no habla todavía respecto a la Ley Electoral. Ni siquiera Finjus se pronuncia, o la sociedad civil en su totalidad, y se sabe que la réplica de sangre pesa más que la prudencia. La institucionalidad en ocasiones se provee desde fuera. La oposición tampoco levanta la voz, ni llama a la moderación, ni reivindica su papel en la reciente Ley de Partido. Si supo por donde le entra el agua al coco, no tiene que volverse a gabear a la mata. Sacará de nuevo las castañas del fuego, obviando situaciones y buscando el más cómodo de los bajaderos. La mayoría del PRM, PRD, PRSC y la parte del PLD debe andar por ahí, todavía en los pasillos del Congreso Nacional, de manera que puede llamársela y proceder con el mismo criterio de conveniencia de la vez pasada cuando se sancionó la Ley de Partidos.

La institucionalidad necesita de varios jalones, la Ley de Partidos era uno, pero también la Ley Electoral. Una sin la otra cojea, y no hay que ser experto para calificar de minusválido al proceso…

Tags relacionados