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EL DEDO EN EL GATILLO

El mundial de fútbol

Nicolás Guillén convocó una vez una lectura de poemas con un grupo de autores sobresalientes. Él seleccionó algunos pocos (Eliseo Diego y Samuel Feijóo) y autorizó a uno de sus hombres de confianza a terminar la lista. Serían diez autores en total. El encargado terminó el trabajo y citó personalment los agraciados.

Sería un evento estelar. Un grupo de los mejores bardos de Cuba leerían sus textos y Nicolás se sentaría en primera fila a disfrutar de su iniciativa.

Solo que el encargado citó a una persona que no era del agrado de Guillén por razones que aquí no vamos a explicar. El día del evento y antes de la lectura, Nicolás bajó de su oficina a saludarlos. Cuál no sería su sorpresa al ver, entre los elegidos, a la persona non grata. Llamó a su asistente y le preguntó quién lo había invitado. Al conocer el “libretazo” del ayudante, Guillén le encargó que lo sacara del acto inmediatamente. “No quiero verlo aquí”, le dijo. “Es que solo va a leer un poema” replicó su hombre de confianza. “No –volvió a decir- Usted le dice que lea uno y él querrá leer dos. No lo quiero aquí”, y la decisión fue cumplida.

Al poeta que fue citado por error, miró con franqueza al encargado de darle la noticia y le dijo: “Lo entiendo perfectamente”. Y sin más decir, fue en busca de la puerta de salida.

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