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Viento Sur

Medicamentos que matan

En dos semanas he visto con asombro la muerte de tres periodistas de larga trayectoria: Martín Encarnación (Haina), Juan Bautista Rodríguez (Higüey) y Ramón Higinio Regalado (Cotuí).

El primero y el segundo, corresponsales de Listín Diario, y el tercero un batallador de largos años –algunos pasados en la cárcel- de lucha por la libertad y el progreso de sus municipios.

En los casos de Martín y Ramón Higinio, se informó que la causa de muerte fue infarto agudo al miocardio. Juan Bautista, el desenlace de una larga dolencia de diabetes.

Las tres muertes pudieron evitarse y hoy esos colegas estarían junto a nosotros luchando por ver materializados los anhelos de un pueblo que ha pagado muy alto precio para supervivir.

Aunque no es mi propósito levantar sus huesos para hacer lagrimear a sus familiares y amigos, tengo la sospecha de que al menos en los casos de Martín y Ramón, murieron por la baja calidad de los medicamentos que debían tomar para controlar su tensión arterial.

El tráfico con medicamentos falsificados, vencidos y re-etiquetados, fabricados en patios traseros y puestos en el mercado, es tan grande que cualquiera puede caer víctima de los groseros engaños de quienes toman la salud para hacer dinero de la manera más perversa.

Es mucha la gente que se cae muerta por infarto al corazón a pesar de estar tomando sus medicamentos, porque resulta que aunque los compran cada vez a más alto precio, el control de calidad no existe y la complicidad entre falsificadores, distribuidores y farmacias, es cada día más creciente.

Ante el hecho más que evidente de que la gente se está muriendo a pesar de que se está tomando su “pastilla”, lo recomendable es que personas con el nivel de conocimientos que tenían Martín, Ramón y Juan Bautista, se aseguren de que donde compran los medicamentos, no trafiquen con falsificaciones.

En dos ocasiones yo he sido víctima de engaños comprando medicamentos falsificados, pero como conozco mi cuerpo mejor que cualquier médico y que cualquier equipo de diagnóstico, desde que noté que no estaba bien, deseché esas basuras, busqué medicinas confiables, y el retorno a la normalidad fue automático.

Quien a pesar de estar tomando “la pastilla” no se siente bien, debe poner en duda la calidad de lo que le vendieron y buscar alternativa, pues hacerlo así constituye un acto de responsabilidad con uno mismo, con la familia y con la sociedad a que uno sirve.

Es penoso darse cuenta del terrible hondón adonde caen médicos que se asocian con laboratorios farmacéuticos para ante cualquier afección que se presenta a su vista, siempre recetan un tropel de patentizados inservibles, pero caros, porque forma parte de su acuerdo comercial que incluye un reparto de dividendos.

¡Cuidado con lo que toman, colegas, que hay más basura que medicamentos!