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ORLANDO DICE

El mangoneo continúa

LA CONDICION.- La experiencia que aun no termina de la Ley de Partidos debiera replantear la condición de legislador en República Dominicana. La legislación por su importancia anduvo en otras manos, y tal vez ese intento de consenso fue oportuno y de superior designio. Pero desde el momento que volvió a su caudal natural, era justo que navegara y fuera improbable el naufragio. Sin embargo, el mangoneo se mantiene, aun cuando se disfraza un día de mono y otro de titiritero. Que la comisión tal, que la comisión cual, y no importa sea de senadores y diputados, o de senadores solos, o nada más de diputados. El Congreso Nacional en su conjunto o las cámaras por separado no se juegan la faja, y todo porque la subordinación a los partidos correspondientes o a sus líderes particulares pesa más que la independencia y soberanía que se les supone. Si la llave del candado la tienen los presidentes Reinaldo Pared y Rubén Maldonado (Senado y Cámara de Diputados) ¿cómo es que se les hace difícil reunirse si sus despachos se alojan en el mismo edificio y entre uno y otro media un pasillo y dos extremos? El encuentro era para ayer, pero en todo caso sigue en pie la pregunta ¿por qué tardarse tanto ?...

DE LOS DOS.- La culpa de la situación se atribuye a Leonel Fernández y a Danilo Medina, quienes estarían por encima del comité Político, y el cual, antes influyente y decisivo, no se atrevió en la ocasión a meter la mano en la candela de tan controvertida materia. Sin embargo, se anunció que el organismo declinaba la jurisdicción y dejaba en manos de los legisladores del partido la determinación. Era como decir problema resuelto, y resuelto en la instancia que debió ser la natural desde el principio. Entonces se descubrió lo peor, lo que motiva estas letras. Los senadores y los diputados no tienen conciencia propia, y mucho menos decisión. Unos son de Danilo Medina y otros de Leonel Fernández. Cuando se saca cuenta en el Senado se impone el criterio de Medina y en la Cámara, mediante tratos ocultos, la posición de Fernández. Diferentes lobos con las mismas mañas. ¿Por qué el Presidente de la República no deja que los senadores asuman por sí mismos, o el presidente del partido, que los diputados que siguen sus orientaciones se resignen a su realidad? Constituyen minoría en su bancada y no deben producir mayoría en tratos ocultos con sus oponentes. Con resolver entre ellos, el inconveniente pudo superarse desde el momento que el comité Político se declaró incompetente, o la fuerza predominante no quiso avasallar al contrario...

LA SATANIZACION.- Lo que sigue entonces es la satanización. Que Hipólito Mejía coincida con Danilo Medina, o que los parciales de Mejía reivindiquen causa propia, es lo peor del mundo (incluso llegó a hablarse de compra de voluntades), pero no que por las mismas razones Luis Abinader se dé la mano con Leonel Fernández. Que la mayoría de los senadores postule primarias abiertas los convierte en seres inferiores a los perros, pero que la minoría de esos mismos senadores favorezca las primarias cerradas los hace héroes insignes. La democracia del garrote. No se puede tener convicción propia y por obligación debe adoptarse la del oponente. Eso sucede sin que las que se suponen instancias superiores reaccionen y llamen al orden. Pues un presidente de partido no puede permitir que uno de los suyos ofenda legisladores de otra corriente, adversa si se quiere, pero dentro del partido, y no de la oposición. ¿Cómo puede hablarse de cohabitación, si la violencia de género, en este caso político, es la norma? Las bancadas, sin embargo, dejan hacer, dejan pasar, aun cuando es su dignidad la que se atropella. Lo de las primarias, ciertamente, se fue muy lejos, y esa situación de posiciones extremas es lo que hace difícil, casi imposible, recogerse y volver a lógica del comienzo. La Ley de Partidos debió ser contradicción entre gobierno y oposición, y sin embargo, consume más al gobierno que a la oposición...

LO OTRO SÍ.- El panorama de estos días se hace difícil de aprehender, pues los legisladores (o en el caso los diputados) tienen manos sueltas para decidir en lo administrativo, pero no en lo político. Actualmente se discute entre diputados del PLD la pertinencia de asignar fondos públicos para agasajar a las madres en sus días. Uno protestó, pero la ayuda se mantuvo, aun cuando determinados sectores fuera del partido condenan esa práctica. Más que válida la pregunta si para esas ayudas ocasionales, que provocan repudio, se consulta con la alta dirección del partido o con los manes mayores, como sí sucede con el conocimiento y aprobación de una ley que como la de partidos es casi una necesidad nacional. La inquietud supera toda expectativa, pues actúan con libertad e independencia en un ámbito impropio, pero no lo hacen en la jurisdicción correspondiente. La propia, que es hacer leyes. Hay corredores que en el juego de béisbol tienen licencia del manager para producir sus propias hazañas, como robarse bases y avanzar carreras. En la política dominicana al parecer se da lo contrario. Los líderes mantienen a soga corta a sus fieles y no los dejan correr el albur que en determinada circunstancia se impone. Si Reinaldo Pared y Rubén Maldonado no pueden cumplir su papel como presidentes de cámaras ¿por qué les confiaron esa tarea ?...

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