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Las víctimas del sistema de salud dominicano
Cada vez que se registra un escándalo que involucra a un hospital de República Dominicana, se activan las alarmas. Es como si las fallas del sistema sanitario estuvieran sometidas a una macabra prueba de manera permanente.
Las principales víctimas del sector salud son los integrantes de la clase media baja y las muchedumbres lanzadas a la pobreza y pobreza extrema. Los sectores de clase alta y media alta no son testigos de las condiciones infrahumanas en que se debaten los centros de salud pública, porque el sistema dual les ofrece la oportunidad de tratarse en centro médicos privados con mayores estándares de calidad.
Desde que el presidente Danilo Medina asumió su primer mandato en 2012 dispuso la remodelación y adecentamiento de los principales hospitales del país, tras observar escenas desgarradoras en los pacientes y las infraestructuras. La realidad fue tan impactante, que habría llevado al mandatario a asumir una reestructuración completa del sector salud y modernizar de manera simultánea alrededor de 56 hospitales con una inversión anunciada de RD$3,000 millones.
Pero esta medida, a su vez, según la opinión de expertos en la materia conllevó a precipitar la planificación y provocar que hasta ahora la cura resultara más mala que la enfermedad. Sustentan que la determinación del gobierno del presidente Medina incluyó a centros asistenciales que por su demanda de servicio son determinantes en el sistema de salud dominicano.
Por ejemplo, la remodelación inició con el emblemático Doctor Luis Eduardo Aybar (Morgan), el 7 de diciembre de 2012, después de una visita sorpresa que se motorizó al recibir informaciones de las precarias condiciones en que funcionaba.
En prolongada cascada continuaría la remodelación del hospital Doctor Darío Contreras, que el propio jefe de Estado calificó su situación de infrahumana cuando lo visitó en mayo de 2013. Y prosiguió sucesivamente con el Doctor Francisco Moscoso Puello, y la Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia, donde en medio del proceso se denunciaron graves brotes infecciosos, uso de hasta seis parturientas de una cama y muerte de hasta 14 recién nacidos en un solo fin de semana, obligando al Servicio Nacional de Salud a intervenirlo.
Igualmente el hospital infantil Robert Reid Cabral, donde pese a sus múltiples remodelaciones en diferentes áreas, en un solo fin de semana murieron once niños en octubre de 2014. El escándalo movió la fuerza pública y decretó la destitución inmediata del entonces ministro de Salud, Freddy Hidalgo, quien fue sustituido por la actual ministra Altagracia Guzmán Marcelino.
También han llamado la atención todas las situaciones creadas alrededor de la remodelación del hospital materno infantil San Lorenzo de Los Mina y del José María Cabral y Báez, de Santiago. Así como el reciente caso de la muerte de ocho niños en el hospital Jaime Mota, de Barahona, que también mereció la intervención de Guzmán Marcelino, y el nuevo director del Servicio Nacional de salud, Chanel Rosa Chupany.
Varios de los 56 hospitales ya han sido reinaugurados por el presidente Medina, con la seguridad de que no tienen nada que envidiarle a los más modernos centros médicos privados. Pero en todo el proceso se produjo el cambio de muchos de los directores de esos centros y del director Nacional de Salud, Nelson Rodríguez Monegro, quien atribuyó su destitución en febrero pasado a que intentó desmontar la estructura politiquera que impera en el sector salud.
Este año el Ministerio de Salud Pública tiene una asignación de 3.36% del presupuesto, con un incremento de RD$2,544 millones con relación a 2017. O sea, que dispondrá de alrededor de RD$78,381 millones del Presupuesto General de la Nación, que es de RD$816,562 millones.
Pero resulta que los recursos adicionales que recibirá fueron especializados para ampliar la cobertura del régimen subsidiado de la Seguridad Social y para la renovación de la infraestructura hospitalaria, que realizan la Oficina de Ingeniero Supervisores de Obras del Estado (OISOE) y el Ministerio de Obras Públicas.
Todo indica que la población tendrá que esperar un poco más, para determinar si ciertamente el sistema de salud dominicano tocará fondo. Más aún si nos remitimos a las advertencias que hicieron en marzo pasado en Listín Diario cuatro maestros de la medicina: José Joaquín Puello, Julio Amado Castaños Guzmán, César Mella y Jesús Feris Iglesias.
Ellos expresaron al país que el sistema adolece de una desarticulación entre sus instituciones, baja inversión, enfermedades y muertes, carencia de registros y datos sobre recursos humanos, debilidad en las regulaciones de cobertura, falta de prevención, malas estrategias, falta de un sistema de atención primaria, concentración de los recursos humanos en salud en grandes ciudades y obsolescencia en los programas de formación médica.
Después de ese diagnóstico, solo hay que rogar: ¡Qué Dios nos encuentre confesados!