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China en la frontera imperial

La concepción de la región del Caribe como frontera sur de los Estados Unidos la propuso el profesor Juan Bosch, co-fundador del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y fundador y Presidente Ad-Vitam del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), hoy gobernante en República Dominicana. Lo hizo en 1969 en su libro “De Colón a Fidel Castro, el Caribe frontera imperial”.

El texto emergía como un subestimado aunque poderoso dispositivo táctico en el área educativa y, en tal sentido, como argumento en torno a la necesidad de alinear las mentalidades progresistas en torno a la estrategia de consolidar al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y a todas las izquierdas como un conglomerado unido, integrado por personas inteligentes.

Esa tarea le pareció la más perentoria en aquella coyuntura y escenario políticos a quien tres años antes había sufrido un golpe de Estado propiciado por una nación que después de anclar su predominio sobre Europa mediante el fortalecimiento del dólar y su consiguiente conversión en moneda del tráfico internacional, se lanzó a robustecer las condiciones económico-políticas que le permitieran alcanzar su objetivo declarado en 1823 por el congresista John Quincy Adams y convertido en norma de su política exterior para Occidente y América Latina: “América para los americanos”, abriendo en la Región un período lúgubre de explotación inhumana, saqueo y hórrida represión política.

El libro del profesor Bosch sigue el rastro a los actos de los imperios europeos de entonces, hasta el surgimiento del coloso norteamericano, destacando cómo el ordenamiento político-económico y social regional se había hecho al amparo y para beneficio de las primeramente nacientes empresas europeas y, posteriormente, para las emergentes corporaciones norteamericanas a las que acusó de estar detrás del golpe de Estado al gobierno constitucional dominicano el 25 de septiembre de 1963.

Además de narrar el saqueo de las tierras americanas y la explotación y represión inmisericordes de sus poblaciones, especialmente, en la región caribeña, enfatizando el clima de negación de derechos civiles, abusos y masacres que a través de fuerzas militares impusieron los imperios en la región, el libro relata los procesos vividos por los diferentes actores que tomaron parte en la colonización, resaltando las causales propiciatorias de los resultados históricos y evidenciando cómo la división ocurrida a lo interior de ellos fue, siempre, la causa principal de su pérdida de ventajas, de sus lastres históricos o de su derrota o desaparición.

Estos días, el texto ha cobrado renovada vigencia, obligando a su re-lectura, impulsada por tendencias en proceso en el partido de gobierno —que, como lucha campal, empiezan a debilitarse— y por el establecimiento de relaciones diplomáticas entre la República Popular de China y la República Dominicana.

Los hechos establecen el concepto del Profesor Bosch como verdad histórica y lo validan en cuanto a la presencia de las hoy mega potencias económicas en la región centroamericana obligando a los gobiernos locales a observar y atrincherarse en la figura “interés nacional”.

A la luz de este razonamiento se advierte el cambio de los tiempos, cómo devienen movedizas las fronteras de las zonas de influencia ante las acciones de las economías poderosas.

Bajo tal luz, es necesario fortalecer los compromisos que garanticen el logro de esa norma y guía de la participación de las naciones en la arena internacional: el interés nacional.

Para la República Dominicana, el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China es un paso válido, necesario y justo. Implica, también, un incremento y oscilaciones por venir en el ratio riesgo-oportunidad dada su objetividad respecto a la importancia que la República Popular China ha adquirido en el escenario económico actual y la gravitación de los Estados Unidos en la economía y políticas dominicanas, lo que se enfatiza dado el polo económico que la nación asiática representa frente a los Estados Unidos.

En el ínterin, la ciudadanía podría ir ponderando si el objeto de la presencia china en el país somos nosotros o exportar más a los Estados Unidos, desde nuestro lar, desarrollando aquí las estructuras que se lo permitan, un ejemplo de lo cual podría ser ilustrado con la presencia Ambex, empresa cervecera del Brasil, en nuestro territorio.

El perfil de China en el mundo es comercial. Rusia ostenta la competencia militar frente a los Estados Unidos. Así, son razones comerciales las que traen a China y, por demás, tácticas para ella dado el progresivo riesgo en que las recientes restricciones impositivas declaradas por la actual administración norteamericana la colocan ante un gobierno estadounidense presionado por su población y actores económicos para que, respectivamente: a) incremente la producción local y amplíe las oportunidades de empleo, y b) estimule una mayor demanda de bienes y servicios “made in USA” en China, reduzca el déficit de su Balanza de pagos frente al coloso asiático y logre el respeto a las patentes científico-técnicas de las empresas norteamericanas en ese país.

Para sortear los daños económicos derivables de esa guerra comercial declarada por el gobierno estadounidense recientemente, las autoridades de la República Popular China han reactivado con mayor fuerza la focalización del Tratado de Libre Comercio (DR-Cafta), ratificado por varios países de El Caribe y Centroamérica y Estados Unidos entre el 5 de agosto de 2004 y el 7 de octubre del 2007. Mediante este, las naciones signatarias forman una zona de libre comercio que favorece el trasiego entre ellos de bienes y servicios hechos en sus territorios con preferencias arancelarias. En el plano político este hecho constituye un reconocimiento a la administración nacional de 2000-2004, período en que se promovió tal iniciativa. También explica a Hipólito y a Danilo tomados del brazo.

China es un gran consumidor, pero su interés en el país implica usarlo de puente para el porcentaje de materia prima importada de otras naciones que el TLC permite ingresar a los Estados Unidos. Al menos hasta que los actores económicos norteamericanos pongan la piña agria a su gobierno. Ojalá que el esquema no sea el de las empobrecedoras zonas francas.

Entre tanto, dada la preferencia de China por las inversiones mixtas, el gobierno dominicano está ante la oportunidad de ensayar esta opción, promoviendo la creación de empresas de capitales dominico-chinos, oficiales y privados. El interés nacional dominicano impide ceder en 100% los beneficios que por su larga relación con los Estados Unidos ha heredado el país gracias al DR-Cafta.

El gobierno de China, un baluarte y abanderado del derecho internacional en torno al estatuto de igualdad entre los pueblos y el respeto a las soberanías, estará más que complacido con una propuesta dominicana de participar en conjunto de un modelo económico y de desarrollo de este tipo que, por demás, validaría ante el mundo el rostro de su ideario socialista.