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¿Queremos un sistema educativo basado en competencias?

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MIGUEL R. FIALLO C.Santo Domingo

Recientemente la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) solicitó que se dejara sin efecto la ordenanza 24-2017, que convoca a concurso nacional para elegir directores regionales y distritales, emitida por el Ministerio de Educación (MINERD). Para el gremio, dicha resolución atenta contra la estabilidad del sistema educativo, y amenaza la continuidad de las reformas impulsadas al actual gobierno.

Estos pronunciamientos se han acompañado de una ola de protestas, y que plantean un importante debate sobre la calidad del sistema educativo al que los dominicanos podemos aspirar. En el mundo de hoy, se entiende que un sistema educativo eficiente se rige y se gestiona en base a las competencias de sus miembros. Esto significa que, tanto docentes como directivos, se eligen por sus méritos, y que son evaluados periódicamente. Sólo así se puede lograr una educación de calidad.

Idealmente, la conclusión a la que deberían llegar las partes -ADP y MINERD- es la más simple: tomar las medidas que garanticen que el aparato educativo corresponda a las aspiraciones de desarrollo de la nación. Esto debe abarcar integralmente a docentes, alumnos, directivos y autoridades. Además, si estamos invirtiendo el 4% del PIB en educación, ¿por qué no tener la mejor educación posible?

Los países industrializados entendieron esto hace más de 70 años. De hecho, uno de los puntos comunes de los sistemas de educación de todas esas naciones, es que las competencias disciplinarias y didácticas de los maestros se evalúan en tres momentos de su carrera:

- Al ingresar a la carrera, para seleccionar a los aspirantes que posean el perfil deseable;

- al egresar, antes de ejercer como docentes, para certificar que cuentan con las competencias requeridas para el ejercicio de su profesión y,

- durante el ejercicio profesional mismo, para asegurar que cumplen su tarea pedagógica y que se mantengan actualizados.

En este tercer nivel de evaluación, es donde se revisa al docente para considerarlo como elegible en promociones, incentivos y reconocimientos. Sobre esta base, se decide además si el docente puede ser directivo, es decir, personal de dirección a nivel de escuela, de distrito, regional, etc. Así se garantiza, entre otros importantes aspectos, que tengan una carrera en el sistema sólo quienes han sido formados realmente en este.

Desde luego, la evaluación por sí sola no garantiza que una sociedad cuente con profesores o directivos bien preparados, si no han existido antes procesos robustos de formación inicial y continua. Cuando la evaluación es pertinente, justa y válida, funciona como un mecanismo de control de calidad que indica, tanto al sistema como al individuo, cuáles son las áreas de mejora.

La revolución educativa no puede detenerse ante posiciones coyunturales de grupos de poder. Eso sería minimizar la dimensión de las transformaciones que necesitamos. Los méritos deben ser la norma a todos los niveles y no la excepción. Hemos planteado incluso, que deben evaluarse las competencias de los profesionales cada cierto tiempo para asegurar que tengan el nivel de actualización, tecnificación, humanización y ética que demanda nuestra sociedad.

* El autor es rector de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña -UNPHU. padres

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